Respeto

2025-05-25 06:00:00

Todos tenemos recuerdos felices en su mayoría de nuestras visitas a sitios en los que hay cuerpos de agua. Para mí, hasta la fecha, cualquier viaje a la playa es motivo de feliz expectación, pues el noventa por ciento de las veces lo he pasado muy bien. Desde la primera ocasión en que visité Acapulco, donde celebramos mi octavo cumpleaños, si no me falla la memoria, en el Hotel Papagayo frente a la tradicional playa Hornos.

Con la familia o con amigos, en grupos grandes o pequeños, de chavos, de jóvenes o más maduritos, a un destino de playa o a otro, en todos los momentos a lo largo de la vida, esas visitas han dejado buenos recuerdos y, en algunos casos, huellas imborrables.

Un campamento con los scouts hace cincuenta años, en Cascada de las Granadas, que terminó en el conocido Hotel Camarena de Acapulco; o la búsqueda con amigos, hace sesenta años, de una casa prestada en la calle Cerro del Dios del Hacha, también en Acapulco, que acabó en el Hotel El Morro y muchas otras peripecias, son ejemplos de aquellas aventuras.

Otra más, hará unos veinte años, cuando hacíamos las transmisiones del noticiero de radio desde el Hotel El Cano con motivo del Tianguis Turístico de Acapulco, recuerdo que salíamos a navegar al terminar el programa. En una ocasión navegábamos escuchando música de jazz con Diana Krall cuando nos flanquearon delfines que danzaban por ambos lados de la embarcación al sonido de las rítmicas melodías y saltaban frente a la proa alternándose. Todo un espectáculo.

En los últimos días se ha hablado mucho del incidente que sufrió el buque escuela Cuauhtémoc de la Marina Armada de México en Nueva York, donde tuvo una colisión contra el Puente de Brooklyn en lo que parece ser un aparatoso accidente, además de tragedia, ya que dejó dos jóvenes cadetes fallecidos y una decena más heridos y en estado delicado.

Tan pronto se conoció el incidente, llovieron memes y críticas sin sustento, asumiendo que se trató de un error de los mandos y cadetes del buque que, navegando en reversa, rompió un par de mástiles contra el emblemático puente neoyorquino.

Al paso de los días fueron predominando voces que llamaron la atención sobre las reglas y costumbres en las capitanías portuarias, empezando con algo que todos hemos visto en películas y series: los remolcadores y prácticos o pilotos de puerto.

Siempre para entrar a un puerto los mandos a bordo esperan a que llegue el remolcador y el piloto de puerto –llamado práctico–, que conoce al dedillo la navegación en el canal para entrar al puerto y, luego, el piloto de atraque, experto en “estacionar” la embarcación en su lugar.

De ahí que estemos en espera de una investigación que determine los acontecimientos y establezca las responsabilidades del incidente. Entonces sabremos si los mandos y cadetes tuvieron algo que ver en el incidente y el alcance de sus culpas, si es que las hubo.

Por el momento, debe imponerse el respeto por los cadetes que lamentablemente fallecieron, por los que resultaron heridos, por todos los cadetes y mandos que resultaron ilesos. También es importante tener respeto por el mar y las vías de agua que, en cualquier momento, pueden causar un incidente grave y mortal.

Así sea.

X: @benortega

jl/I

 
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