La “histórica” elección judicial del pasado domingo exige un análisis de cifras reveladoras. La lista nominal de electores estuvo integrada por 99 millones 793 mil 821 ciudadanos, pero solo 12 millones 901 mil 545 votantes (12.9 por ciento) acudieron a emitir su voto; esto quiere decir, 86 millones 892 mil 276 personas se abstuvieron. Más aún: de quienes votaron, un millón 402 mil 514 (10.9 por ciento) anularon su sufragio y un millón 565 mil 357 (12 por ciento) dejaron recuadros vacíos. En otras palabras, casi una cuarta parte de los votantes fueron “anuladores” o “votantes en blancos”. Así, los votos válidos solo suman 9.95 por ciento de la lista nominal.
Frente a esto, el festejo del oficialismo por los supuestos “buenos resultados” (“Inédito. Impresionante. Maravilloso. Democrático”, Sheinbaum dixit), resulta numéricamente incongruente y absurdo. ¿Fue un resultado “histórico”? Sin duda: lo fue porque nueve de cada 10 se abstuvieron; y porque los próximos integrantes del Poder Judicial reflejan fielmente la “operación acordeón” (nuevo término en el diccionario de mapachería institucional).
Lo único “traspié” para el oficialismo fue que ninguna de las “tres ministras del bienestar” lograrán presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) a partir de agosto. En su lugar, asumirá Hugo Aguilar Ortiz, el “ministro sin toga”, a quien convendría recordar el decreto 104 (4 de febrero de 1941) emitido por el presidente Manuel Ávila Camacho, que establece la obligatoriedad de la toga en audiencias públicas para los ministros de la SCJN –vigente al no haber sido derogado ni reformado–, plantea una ironía inicial: ¿el próximo presidente desconoce la legislación que rige su nuevo cargo?
El fenómeno del pasado domingo puede explicarse con el concepto de “mayoría silenciosa”: aquel sector de la población que no expresa públicamente sus opiniones o preferencias, pero que, sin embargo, tiene un peso significativo en una comunidad política. Con 87 por ciento de abstencionismo, el término parece ajustarse como anillo al dedo. Pero no solo esto: recordemos que también hay que agregar a esa cifra el porcentaje de ciudadanos que, si bien acudieron a votar, cancelaron su voto o lo emitieron en blanco (algunos dicen que la mamá de Noroña fue la candidata no registrada con el mayor número de menciones).
El abstencionismo no es solo “apatía”: es la expresión política de una mayoría silenciosa que, al no sentirse representada, elige no participar en lugar de legitimar un sistema que percibe como ajeno. Para el filósofo francés Claude Lefort, la democracia es un régimen en donde el poder no pertenece a nadie de manera permanente. A esto lo llama el “lugar vacío del poder”: el poder está instituido, pero ningún individuo o grupo puede ocuparlo de forma definitiva.
El pueblo nunca se presenta como un cuerpo unificado, sino como un conjunto de diferencias, conflictos y pluralidades. En contraste, en los regímenes totalitarios el poder se encarna en una figura (el partido, el líder, el Estado) y se cierra la representación del pueblo. ¿Es esto un síntoma de regresión autoritaria? ¿se reconoce esa voz silenciosa como “irrelevante”?
X: @Ismaelortizbarb
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