Muchos de los episodios reseñados por medios informativos sobre las desapariciones en México tal vez resulten “de difícil credibilidad” para una parte de la población. Hombres y mujeres del pueblo posiblemente “sólo han conocido horrores semejantes a través de crónicas de otras latitudes”. La enormidad de lo acontecido, “la transgresión a los fundamentos mismos de la especie, provocará todavía aquel ‘¿será cierto?’, con que algunos han intentado sustraerse del dolor y del espanto, pero también de la responsabilidad que nace del saber, del estar enterado, porque a ello sigue, inexorablemente, el preguntarse: ¿cómo evitar que pueda repetirse? Y la angustiante inquietud de advertir que víctimas y victimarios fueron nuestros contemporáneos, que la tragedia tuvo a nuestro suelo por escenario y que quienes así afrentaron nuestra historia no ofrecen todavía actos o palabras de confiable arrepentimiento”.
El párrafo anterior se aproxima a lo que está sucediendo en México. Hay quienes permanecen ajenos a las desapariciones al alza; viven en burbujas mentales, de clase o conscientemente no desean conocer la desgracia que martiriza a casi 130 mil familias que desconocen el paradero de su gente. Hay los que se preguntan si será cierto lo que está sucediendo, para alejarse “del dolor y del espanto”, porque al conocerlo tendrán que preguntarse cómo evitar que continúen las tragedias, el luto, el horror, de los que con impunidad continúan desapareciendo a hijos, hermanos, esposos, padres… con autoridades que escasamente previenen y resuelven desapariciones, y no sancionan a los responsables.
En el primer párrafo hago referencia a las desapariciones en México, pero es la reproducción de un texto entregado hace 40 años, en septiembre de 1984, al gobierno de Argentina. Es la introducción general al informe Nunca Más, elaborado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), que encabezó el escritor Ernesto Sábato. El contexto histórico fue otro y los perpetradores de los crímenes también, pues se trató de la asesina Junta Militar que gobernó de 1976 a 1983 y cometió miles de atrocidades.
La comisión argentina estimó, cuando entregó el informe, en 8 mil 960 las personas que continuaban en situación de desaparición forzosa, sobre la base de las denuncias recibidas que recibió, “compatibilizadas con nóminas elaboradas por organismos nacionales e internacionales de Derechos Humanos”. La cifra, aclaró, no podía considerarse definitiva, toda vez que comprobó “que son muchos los casos de desapariciones que no fueron denunciados”.
¿En qué se parecen las desapariciones en Argentina en esos años y las de México? Por lo menos en que todo el sistema político está involucrado, de una o de otra manera; donde, como denuncia el informe, “lo aberrante fue práctica común y extendida”, y los actos “especialmente” atroces se cuentan por millares, y son los “normales”. El sufrimiento hermana las historias de las desapariciones de ambas naciones.
La dictadura militar argentina duró cerca de ocho años, periodo en que desapareció a por lo menos casi 9 mil personas. Solo en Jalisco, sin dictadura militar, suman 15 mil 683 desapariciones, con corte al 30 de mayo pasado, según el Registro Estatal de Personas Desaparecidas. En México van 129 mil 253 hasta este lunes, entre forzadas y cometidas por particulares, con y sin uniforme los victimarios. La monstruosidad desaparece personas en cualquier régimen.
X: @SergioRenedDios
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