Cuando ocurren muertes por fenómenos como las lluvias, lo más fácil es culpar a las víctimas. Hacerlo implica revictimizarlas, cuando no se conoce, ni obviamente se conocerá su versión de los hechos, y culparlas es dañar su imagen y lastimar más a sus familias, que ya sufren la pena. Y si cometieron alguna imprudencia, ¿quién no ha sido imprudente no una, sino muchas ocasiones? También puede suceder que encontrarse en el lugar y momento inadecuado estuvo fuera de la decisión de las víctimas, quienes fueron sorprendidas por fenómenos naturales o accidentes.
Más bien habría que enfocar la mirada de manera amplia. Vivimos en ciudades y pueblos riesgosos, donde inadecuadas políticas públicas de prevención, ineficiencias de autoridades en turno e incluso intereses diversos están detrás de numerosas muertes; donde tampoco se educó a la población para aprender a protegerse. Esto porque, lamentablemente, de las 17 muertes a causa del temporal en Jalisco, pasaríamos a 19. Eso debería dejar lecciones. Que las circunstancias no continúen ocasionando muertes, sino que autoridades y la población controlen las circunstancias para evitar víctimas.
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El temporal es azote de calles y avenidas, colonias y arroyos, pasos a desnivel y viviendas metropolitanas. Por ejemplo, está el caso del desbordado arroyo Seco, o de la avenida Adolf Horn, que en Tlajomulco y parte de Tlaquepaque sigue siendo una pesadilla cada vez que el cielo se abate; o el fraccionamiento Los Sauces, de Tlajo, en el que bomberos y elementos de protección civil municipales, con apoyos de otras corporaciones, desde la madrugada de ayer hasta anoche continuaban trabajando para salvaguardar a la población.
Las aguas alcanzaron hasta 1.30 metros en Los Sauces, dañaron alrededor de 200 viviendas y fue necesario hasta utilizar lanchas. Así que, si alguien observó que no participaron en el desfile cívico militar de Tlajomulco los bomberos, ya sabe por qué. La talacha propia de las emergencias lo impidió.
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Y a propósito de desfiles cívico-militares, donde lo suspendieron ayer fue en Encarnación de Díaz, municipio de los Altos Norte de Jalisco. Resulta que decenas de personas se manifestaron por la mañana frente a la alcaldía porque horas antes, en la noche, inspectores del ayuntamiento clausuraron una plaza comercial que, dicen las autoridades, no contaba con licencia.
Total, los inconformes se apostaron con pancartas y reclamos hacia la edil naranja Érika García. Las autoridades se bajaron del templete desde el que observarían el desfile y, para evitar riesgos, lo cancelaron. Al parecer hubo mano blanquiazul detrás de la protesta.
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¿Recuerdan al activo y valiente colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco que destapó lo que sucedía en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, entre otros sitios? Pues la Fiscalía del Estado ya debería, si no lo ha hecho, estar investigando las amenazas que han recibido integrantes de quien, asegura, pertenece… a la Fiscalía…
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Para fortuna de los gobernantes de Jalisco, aquí no se cometieron pifias en las ceremonias del Grito de Independencia. Como llamar “Josefa Ortiz de Pinedo” o “Josefa María Morelos y Pavón” a La Corregidora, o bautizar a otra insurgente como “Leonario Vicario” (gobernador de Puebla, Alejandro Armenta, dixit). Como que reprobaron en historia, ¿edá?
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