El desconocido se metió al negocio. Saludó al adolescente que laboraba en el local y se presentó:
-Soy reclutador.
El chamaco no supo qué responder.
-Estamos contratando a jóvenes como tú. Es una buena chamba, con buen billete.
El joven puso atención.
-Trabajo para la Sedena-, aseguró el desconocido, quien sacó de su chamarra una hoja en la que sobresalían las iniciales de la Secretaría de la Defensa Nacional y la mostró rápidamente, para enseguida guardarla.
El chamaco no sabía qué era la Sedena.
Le aseguró el “reclutador” que lo capacitarían y percibiría un sueldo arriba de los 20 mil pesos mensuales. Que habría “acción” y le gustaría el empleo. Buscó convencer al joven de 17 años.
-Anímate.
Al observar que no tenía respuesta afirmativa, le dijo que volvería, que lo pensara, que era una oportunidad, que le iría bien y no tendría de qué preocuparse, habría buen “varo”.
-Luego regreso. Cuídate-, dijo y salió del negocio.
Cuando el joven narró lo que sucedió, su familia se alarmó. ¿De dónde salió el desconocido con una oferta laboral no creíble? Consultaron a gente cercana. Coincidieron: es un reclutador, pero al servicio de un grupo delictivo.
Además de enganchar jóvenes a través de las redes sociales o de videojuegos, de engañarlos con falsas promesas, delincuentes recorren el Área Metropolitana de Guadalajara. Hacen reclutamiento hormiga. Van tras adolescentes y jóvenes solos. En ocasiones los siguen y observan sus rutinas. Están al acecho tras las posibles presas.
Los reclutadores trabajan en coordinación con el llamado jefe de plaza local o regional. Las víctimas son citadas en un lugar, como la central camionera de Tlaquepaque, y de ahí las trasladan a bodegas, ranchos o fincas. Pueden ser incorporadas a alguna de las muchas tareas, entre ellas vigilar o halconear, preparar y distribuir droga, o como futuros sicarios que adiestran en el uso de las armas y el sadismo. Si son técnicos de alguna especialidad instalan y operan videocámaras. O se les responsabiliza de una actividad ilícita, por citar casos, que va desde la trata de personas, robar y desmantelar vehículos o, en otro nivel, ser gerentes de negocios que lavan dinero. Académicos han demostrado cómo ha aumentado en Jalisco la desaparición de chamacos de 15 a 19 años.
Hay jóvenes que ingresan voluntariamente al hampa. Un joven mesero de un pequeño negocio de comida, por ejemplo, confió a sus amigos que le ofrecieron trabajo de chofer. No se volvió a saber nada de su paradero. Otros prospectos son levantados por su perfil, como sucede en colonias del área metropolitana, del sur, oriente y norte. Vecinos confirman cómo, en recientes años, siguen desapareciendo decenas de chamacos y jovencitas que se pueden contar hasta por cuadras.
Los grupos delictivos tienen décadas de experiencia en construir redes a las que han sumado a cientos de jóvenes y adultos. Operan en el área metropolitana, en ciudades medias, pueblos y ranchos. Los incorporan a una estructura vertical, compartimentada, que puede movilizar en poco tiempo a cientos de sicarios. Las diferentes células son protegidas por elementos de las fuerzas de seguridad.
Un mundo subterráneo delictivo, tenebroso.
X: @SergioRenedDios
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