Regresa �Amores perros�

2025-10-11 06:00:00

La reciente reconciliación entre Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga fue un gran acontecimiento en el cine mexicano. Ocurrió esta semana durante la función especial por el 25 aniversario de Amores perros en el Palacio de Bellas Artes, donde ambos creadores, tras más de dos décadas distanciados, se reencontraron públicamente. Ambas personalidades lograron tener química creativa como pocos realizadores, pero enfoquémonos en la ópera prima de Iñárritu, que se reestrenó en cines, en versión restaurada, este fin de semana, gracias a Mubi. Esta versión ya se presentó en Cannes y, en Guadalajara, podrá verse en su formato original de 35 mm en la Cineteca FICG.

Con una duración de 154 minutos, Amores perros es un retrato feroz y emocional de la Ciudad de México y sus contrastes. La película se sumerge en la violencia, el amor y la desesperación a través de tres historias entrelazadas por un accidente automovilístico. La narrativa no lineal, característica del guion de Arriaga, se curva sobre sí misma, pero sin buscar confundir al espectador. La estructura permite observar las vidas de sus personajes desde distintos ángulos y momentos, mostrando cómo las decisiones personales generan consecuencias devastadoras.

La cinta explora la crudeza de las clases sociales: los más pobres, representados por personajes como Octavio (Gael García Bernal), luchan por sobrevivir con más coraje que los ricos, atrapados por su propio vacío. En este universo urbano, los perros son más que compañía; son extensiones emocionales de sus dueños, depositarios de sus frustraciones y afectos.

El elenco reúne actuaciones notables. Emilio Echevarría interpreta a El Chivo, un ex guerrillero convertido en sicario, con una mezcla de dureza y ternura. Sus ojos, cargados de fanatismo y pérdida, revelan una humanidad quebrada. Gael aporta intensidad juvenil, mientras Goya Toledo encarna con fragilidad y vanidad a una modelo cuya vida se desmorona. Cada interpretación aporta verosimilitud al caos emocional que domina la cinta, incluso los perros entrenados alcanzan una fuerza dramática particular.

El proceso de edición tomó siete meses. Guillermo del Toro intervino como consejero, recomendando ajustes para mantener la tensión narrativa. Durante el rodaje, el equipo sufrió asaltos en varias locaciones y, en un giro peculiar, decidió contratar a los mismos delincuentes como seguridad y extras en las escenas de peleas caninas.

La película es una reflexión amarga sobre la condición humana. En el universo de Iñárritu no hay redención ni escape. Los personajes actúan impulsados por el amor, la culpa y la venganza, pero terminan enfrentando las consecuencias de sus errores sin comprender del todo su origen. El paisaje urbano se presenta como un infierno contemporáneo, donde no existe la esperanza. Incluso los espacios religiosos carecen de consuelo, y aunque no hay un mensaje moral explícito, la idea de que ningún pecado queda impune recorre toda la obra.

Visualmente, Amores perros es sombría y visceral. Su estética sucia, su ritmo agitado y su tono emocional la alejan de la simple imitación de los thrillers al estilo Pulp fiction. Aunque comparte la estructura fragmentada y el tono violento, la película de Iñárritu posee una profundidad emocional que trasciende la comparación con Tarantino. Su fuerza proviene del retrato humano de personajes marginales que, pese a su brutalidad, buscan sentido en medio del caos.

Amores perros no solo marcó el inicio de la llamada Trilogía de la muerte de Iñárritu, sino que redefinió el cine mexicano contemporáneo. Ganó 11 premios Ariel, incluidos Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor para Gael García Bernal, además del BAFTA a Mejor Película en Lengua No Inglesa. Su impacto internacional consolidó a Iñárritu y a Arriaga como figuras clave del cine mundial, y su reconciliación es para celebrarse.

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GR

 
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