“Había rock and roll, había minifaldas, había represión…”. Son los años 60 en el país. Una década que significó cambios en la música, la moda y que, también, repitió el autoritarismo del Estado mexicano. Es 1968. Adolescentes y jóvenes estudiantes de ese decenio exigieron cambios, en una primera etapa con demandas que no cuestionaban la estructura del sistema político mexicano.
Ocurrió sobre todo en la Ciudad de México, pero con repercusiones en otras entidades. Como respuesta, recibieron golpizas, encarcelamientos, torturas, difamaciones. El movimiento estudiantil criticó más tarde, a fondo, a un régimen que no los escuchaba y era agresor. El grupo político del PRI, desde la Presidencia de la República, metió al Ejército y a los policías federales, que tomaron la UNAM y el IPN, y violaron derechos humanos. Llegó el 2 de octubre, la matanza de Tlatelolco. El terrorismo de Estado. La brutalidad. Silencio, distorsión, aval y control mediático del crimen. Asesinatos, encarcelamientos, sistema judicial cómplice. Continuarían los tiempos aciagos en los 70.
Esos adolescentes y jóvenes, como señala la exposición Vestir la guerra sucia represión (1968-1978), montada en el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas, en Guadalajara, “atestiguaron la guerra entre Estados Unidos y Vietnam; la Guerra Fría; la llegada del hombre a la Luna. Admiraban al Che Guevara y los ideales de la Revolución cubana. Muchos querían cambiar al mundo, para mejorarlo”. Miles buscaron diferentes caminos luego de los crímenes en la plaza de Las Tres Culturas y del 10 de junio de 1971.
Años antes habían llegado oleadas del movimiento hippie y el rock. La década de los 60 atestiguó protestas de médicos y enfermeras, profesores y campesinos, rebeldías en algunas universidades, con dirigentes del sindicato ferrocarrilero en la cárcel de Lecumberri. El descontento social hervía. Adolescentes y jóvenes empezaron rompiendo moldes culturales. Ellas, por ejemplo, recortaron sus faldas; ellos se dejaron la melena y usaron pantalones acampanados. Era algo mínimo, anticipatorio, que explotó con las protestas estudiantiles del 68, y después en movimientos opositores que fueron aniquilados con atrocidades. La llamada Guerra Sucia, nombre criticado por las víctimas, se extendió hasta mediados de los años 80. Exterminio, vuelos de la muerte, desapariciones, torturas. Dolor que permanece aplastado por la impunidad.
La exposición que rememora ese cruel periodo de la historia la organizan el ITESO, Artículo 19, el gobierno de Guadalajara y el museo. Estuvo antes en la universidad jesuita y en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la UNAM, y concluye el 26 de octubre. Los asistentes pueden conocer detalles de ese periodo, desde la vestimenta cotidiana hasta el traje del criminal y corrupto jefe de la policía y tránsito capitalino, Arturo El Negro Durazo Moreno. Son diversas las indumentarias, documentos, fotografías y grabaciones exhibidas de ese periodo. Hay que mantener viva esa historia, presente en distintas modalidades; una, en las desapariciones forzadas, con nuevos personajes que desde distintas esferas del poder minimizan, poco investigan o son cómplices.
Algún día habrá que profundizar también la historia de Jalisco durante ese periodo. Desde la participación del extinto Servicio Secreto y la FEG en represiones y desapariciones, hasta políticos priístas locales que avalaron en la Cámara de Diputados la matanza del 68. Quien no conoce el pasado, corre el riesgo de repetirlo. Lo estamos padeciendo.
X: @SergioRenedDios
GR
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