M�s vale un mal acuerdo que un buen pleito

2025-10-15 06:00:00

Se acercan días de definiciones en el Congreso de Jalisco. La herencia del alfarismo sigue pesando: fue un liderazgo tan dominante y centralizador que impidió el desarrollo de nuevos cuadros con habilidades reales de negociación y cabildeo político. Acostumbrados a funcionar como una simple Oficialía de Partes, los diputados de Movimiento Ciudadano enfrentan hoy el desafío de marcar distancia entre dos estilos de gobernar muy distintos: el del ex gobernador Enrique Alfaro y el del actual mandatario, Pablo Lemus.

Alfaro fue un animal político en toda la extensión del término. De carácter fuerte y control absoluto, llegó incluso a dar órdenes a titulares de otros poderes del Estado. Concentró tanto poder que su apellido llegó a considerarse una corriente política con vida propia, capaz de trascender su sexenio. Ese liderazgo todavía mantiene alta influencia en el partido y en el Congreso, donde varios legisladores siguen siendo fieles a su escuela.

Lemus, en cambio, ha construido un liderazgo de corte ejecutivo, pragmático y conciliador. Le ha tocado administrar no sólo los retos del gobierno estatal, sino también las fracturas institucionales que heredó de su antecesor. A un año de la elección, y con alcaldes y legisladores rindiendo sus primeros informes, pocos recuerdan que el resultado electoral fue más cerrado de lo previsto. Movimiento Ciudadano perdió el control absoluto del Congreso, y eso ha obligado al gobernador a intervenir directamente en temas que, en otro contexto, habrían sido resueltos por la propia bancada.

Los tiempos han cambiado. Los diputados naranjas ya no pueden gobernar desde la soberbia del poder ni seguir órdenes automáticas. La política, al fin, ha regresado al Congreso. La semana pasada, seis coordinadores parlamentarios decidieron dar un paso adelante y forzar el diálogo. En un intercambio epistolar entre legisladores y el gobernador, ambas partes mostraron disposición a destrabar los temas más sensibles: la reforma judicial, la renovación de magistrados, los fondos para la fiscalía antitortura y la nueva ley estatal de transparencia.

Mientras escribo estas líneas, gobernador y legisladores comparten la sal y la pimienta en un restaurante de la calle López Cotilla. Por lo que pronto habremos de conocer el resultado de las negociaciones.

Insisto en el reto. El presupuesto, cuya discusión inicia en dos semanas, podría incluir la discusión sobre una nueva deuda pública ante los escasos recursos federales destinados a Jalisco. Sin duda estos temas pondrán a prueba la capacidad de conciliación de Lemus. De ese equilibrio dependerá buena parte de su sello de gobierno.

En las próximas semanas también podría abrirse la discusión sobre ajustes en el gabinete y la coordinación parlamentaria, de cara al primer informe de gobierno. Lo que está en juego no es menor: el gobernador tiene en sus manos la posibilidad de definir su estilo político, uno más inclinado al consenso que al conflicto.

Para los alfaristas duros, la entrada de Morena y sus aliados en la toma de decisiones sería un “mal acuerdo”. Pero para Lemus podría ser el inicio de una nueva etapa política en Jalisco. Al final, la historia confirmará si, como dice el viejo refrán, más vale un mal acuerdo que un buen pleito.

[email protected]

 

GR

 
Derechos reservados ® ntrguadalajara.com