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EX VILLA MAICERA. Uno de los objetivos del proyecto es favorecer la recuperaci�n del �rea ecol�gica Bensedi.�(Foto: Especial)
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Frente a los efectos de la expansión urbana sobre los ecosistemas naturales, la arquitecta paisajista Cintya Valdez propone una estrategia territorial para restaurar la biodiversidad en Zapopan a través de la creación de “islas de conectividad”, espacios verdes que funcionarían como refugios para aves, plantas y polinizadores dentro del entorno urbano.
A través del estudio Islas de conectividad en Zapopan, Jalisco: Una estrategia para la restauración de la biodiversidad en espacios urbanos, publicado recientemente por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), la arquitecta propone crear este tipo de espacios verdes estratégicos dentro del tejido urbano para favorecer el movimiento de especies y la recuperación ecológica entre el Área Natural Protegida Bensedi (Bosque El Nixticuil-San Esteban-El Diente) y el bosque El Centinela.
La estrategia se basa en infraestructura verde, vegetación nativa y agricultura urbana, integradas con Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN).
Con el apoyo de Sistemas de Información Geográfica (SIG) y bases de datos de eBird y Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), Valdez seleccionó a la calandria dorso rayado (Icterus pustulatus) como especie indicadora para modelar rutas de menor costo ecológico. Los resultados mostraron que las intervenciones propuestas reducen significativamente las barreras urbanas y mejoran la conectividad funcional entre ambos bosques
El modelo incluyó encuestas a 60 residentes de colonias aledañas y actividades participativas con niñas, niños y adolescentes. Los resultados revelaron que el 87 por ciento de la población se considera ambientalmente consciente, aunque aún existe una marcada desconexión con las áreas naturales, pues casi la mitad de los encuestados desconocía el estatus de protección de Bensedi y El Centinela.
La fase social incluyó encuestas a 60 residentes y actividades participativas con niñas, niños y adolescentes. Aunque la mayoría se consideró ambientalmente consciente, el 43 por ciento desconocía el estatus protegido de las áreas naturales; pese a ello, el 80 por ciento apoyó la creación de un corredor ecológico urbano incluso si implicara reducir carriles vehiculares.
El proyecto también incluye una guía participativa para el monitoreo y gestión comunitaria de la biodiversidad urbana, la cual busca involucrar a vecinas, vecinos, estudiantes y autoridades en el seguimiento de la flora, fauna y polinizadores locales mediante prácticas de ciencia ciudadana.
El proyecto concentra su intervención en la “zona roja”, ubicada sobre prolongación Río Blanco y donde se proponen cuatro islas de conectividad con jardineras de lluvia y especies nativas.
GR-jl/I
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