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En 1977 Ingmar Bergman presentó una extraordinaria película, ‘El huevo de la serpiente’, en la que narra los orígenes del nazismo, relacionándola con el sometimiento y la pobreza que sufrió Alemania al término de la Primera Guerra Mundial, y a la hiperinflación que le siguió en ese país en los años veinte. En otras palabras, no se puede explicar el nazismo sin las condiciones previas que lo engendraron, el huevo de la serpiente.
Ayer presenciamos el triunfo rotundo de Milei en las elecciones parlamentarias en Argentina. Uno podría preguntarse cómo es eso posible. Para ello es clave el recuerdo del desastre económico argentino en los años previos, particularmente la hiperinflación y las macrodevaluaciones constantes, especialmente bajo de mandato de Alberto Fernández.
La analogía entre Alemania y Argentina, como en muchas otras naciones, permite asociar las crisis económicas y las debacles políticas, pero de ahí no resulta que una crisis produzca automáticamente el derrumbe de un gobierno y posible llegada de gobernantes inconcebibles. Se debe agregar como segundo factor la desconfianza o la decepción de los gobiernos previos, así como la inexistencia de una oposición respetable entre las fuerzas tradicionales. Ello ha propiciado la llegada de gobernantes aparentemente antisistema, frecuentemente asociados a posturas extremas, como en el caso de los ultranacionalismos o el ultraliberalismo económico.
México no se encuentra en un escenario como el argentino, sin embargo, cabe preguntarse si no existe el caldo de cultivo para el surgimiento, consolidación y legitimización social de posturas extremas, especialmente al estilo de Milei.
Un primer aspecto por considerar es la situación económica: no estamos en crisis, pero el crecimiento económico es muy bajo, al tiempo de que se fortalecen un puñado de gigantescos capitales oligopólicos, que bien podrían enarbolar un proyecto ultraliberal. En este 2025 México será el tercer país de menor crecimiento en América Latina (de alrededor de 0.5 por ciento), sólo después de Haití y de Cuba. La Comisión Económica de América Latina le atribuye este comportamiento NO a la política del gobierno mexicano, sino a las implicaciones del estadounidense. En todo caso, el estancamiento ya parece estructural y en tales condiciones las posibilidades de mejora social se limitan cada vez más.
Un segundo factor de caldo de cultivo es la pobreza argumentativa de los principales partidos de oposición. Bajo tales condiciones no es difícil pensar en a posibilidad de que, con el dinero y los apoyos políticos y corporativos suficientes, aparezcan liderazgos profundamente antisociales, antiecológicos y favorecedores de un control de poder cada vez más monopólico y sometido internacionalmente.
Un tercer factor es el desgate y deslegitimación que pueda ocurrir entre las autoridades en funciones. Los casos combinados de Adán Augusto López y del ‘huachicol fiscal’ pueden favorecer una gran sensación de frustración social, obstaculizar reformas progresivas (particularmente en materia fiscal) y legitimar a poderes fácticos que cuestiones al Estado para proteger sus propios privilegios.
El evitar que en México se reproduzcan casos grotescos con enormes consecuencias de mediano y largo plazos pasa por construcción de contrapoderes y vigilancia ciudadana del poder que NO esté asociada a los grandes dueños del dinero… pero tal parece que estamos entre la espada y la pared.
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