2018. La exaltaci�n del pragmatismo

2018-01-11 00:33:18

El nuevo año nos recibió con las campañas electorales absolutamente desbordadas, aprovechando el período que, de manera eufemística, la legislación electoral ha bautizado como “precampañas” y que los supuestos precandidatos utilizan para desplegar desde ya su aparato publicitario. Sin embargo, más allá del ruido de los spots y de la palabrería discursiva, se pueden apreciar diversos elementos en la configuración del escenario electoral, cuyas peculiaridades permiten adelantar que la contienda de 2018 será muy diferente a las anteriores. Aquí pasaremos revista a algunos de los aspectos que le otorgan, precisamente, su carácter inédito.

Un primer elemento, de importancia medular, radica en la expulsión de cualquier vestigio de ideología en la retórica de los partidos y en la sustitución de ésta por la exaltación de un pragmatismo muy básico y elemental. Como en ningún otro proceso, hemos asistido a la disolución de los postulados doctrinarios que daban sustento a la confrontación de los programas políticos emanados por fuerzas de signo contrario.

La derecha y la izquierda han sido erradicadas por las organizaciones partidarias, que han terminado por considerarlas un lastre que perjudica su rentabilidad electoral. Lo que prima en el discurso político actual es el eficientismo y el inmediatismo. De ahí el consenso general de los partidos políticos hacia el pragmatismo.

Evidencia elocuente de lo anterior son las alianzas partidarias que se han conformado para disputar los cargos de elección popular, particularmente la Presidencia de la República. Contra todos mis pronósticos (reconozco que me equivoqué), la alianza impulsada por las cúpulas del PAN, PRD y MC concretaron su fusión en un ente al que finalmente denominaron Frente por México. Por su parte, Morena no tuvo mayor dificultad en integrar a su coalición Juntos Haremos Historia, que impulsa conjuntamente con el PT, a un partido ultraconservador como el PES. Sin el menor recato, agrupaciones políticas con posiciones supuestamente antagónicas deciden sumar sus respectivas fuerzas electorales con el único objetivo de acceder a los puestos de poder. Aún está por verse si cumple sus expectativas de rentabilidad electoral esta estrategia de mezclar el agua y el aceite. Aún queda la duda de si el pragmatismo cínico de las cúpulas partidarias es asumido y ejecutado por sus militantes.

Otro elemento singular es que el otrora poderoso PRI se encuentra en un franco proceso de deterioro y crisis interna. Los escándalos de corrupción en los que se ha visto envuelto a diversos niveles, desde el episodio de la Casa Blanca, hasta los que han materializado gobernadores a quienes presumieron en su momento como modelos del nuevo PRI han hecho descender de una manera drástica sus números en las preferencias electorales. La designación de José Antonio Meade, un funcionario que ha servido indistintamente a gobiernos panistas y priístas, pero además sin militancia en el partido, como su precandidato a la Presidencia, es un indicador confiable del tamaño de la desesperación que existe entre sus dirigentes.

Conscientes del efecto negativo que su marca-partido provoca entre los electores, no han dudado en presentar a su candidato con el disfraz de ciudadano, al extremo de pretender bautizar a la coalición que conforma con sus satélites PVEM y Panal con el nombre de “Meade, ciudadano por México”. Y ese nombre hubiera quedado si el INE no lo hubiera rechazado, argumentando que dicho apelativo resultaba violatorio a la equidad del proceso electoral.

La instauración del pragmatismo como práctica de gobierno y el vaciamiento ideológico en las contiendas políticas tendrán consecuencias en el desarrollo de nuestra muy incipiente democracia. Específicamente en el futuro de los partidos. No se dan cuenta que al extirpar la ideología están decretando su inutilidad política, están cometiendo suicidio.

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JJ/I

 
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