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¿A quién le escribimos, Uber?

Como todos los que tenemos instalada la aplicación de Uber, hace unos días recibí un correo electrónico de la plataforma acusando a la Secretaría de Movilidad de “exigir a socios conductores revelar información personal sensible sin justificación, incluyendo sus ganancias económicas, así como cumplir con requisitos sin fundamentación legal como contar con silla para bebé en todo momento, mapa físico o Guía Roji”. En el texto se quejan del operativo para retirar vehículos de circulación y le hacen una petición al usuario: “Solicitamos tu apoyo para exigir a las autoridades que sus acciones no excedan lo que legalmente está establecido”. El mensaje de Uber termina diciendo que “de esa manera no afectarán tu movilidad y la de miles de usuarios y socios conductores”.

Resulta curioso que Uber apele al apoyo de los usuarios para exigir algo a las autoridades, cuando son precisamente los usuarios los que quedan abandonados cuando se trata de exigirle algo a Uber, como puede ser la información necesaria para denunciar a un acosador o a un violador: según documentó Guadalupe Martínez en una nota para Canal 44, en los primeros meses de este año Uber ya era la plataforma con más denuncias por violación, y una búsqueda simple en Google permite darse cuenta de que el acoso de parte de los conductores a las usuarias es una práctica si no generalizada, sí muy común. Y es decepcionante ver la respuesta que tiene Uber en estos casos: cerrazón total y deslinde. ¿Ya leyeron el apartado 5 de sus Términos y Condiciones? Ahí se deslindan de prácticamente todo lo malo que pueda pasar y señalan que “usted acuerda que todo riesgo derivado de su uso de los servicios y cualquier servicio o bien solicitado en relación con aquellos será únicamente suyo”. No, pues gracias, Uber. Neta: gracias.

Cuando llegó, Uber nos maravilló, sobre todo a los viejos: modelos recientes, conductores amables, agua, dulces, rapidez, seguridad y confort. Poco a poco hemos visto cómo todo se ha venido diluyendo: ya ni agua ofrecen y ahora, por ejemplo, es común que los viajes sean asignados aun cuando el conductor todavía está realizando un servicio, lo que duplica el tiempo de espera del auto, por ejemplo. Pero en ese abandono no se puede pedir el apoyo de la plataforma porque, vamos, uno ha aceptado los Términos y Condiciones y el servicio lo prestan terceros.

¿Podemos dejar de usar Uber? Seguramente sí. Pero hacerlo nos hará voltear a ver de nuevo a las mafias de los taxis amarillos y el deplorable servicio de transporte público, un tema al que los gobiernos municipal y estatal simplemente le dan la vuelta o hacen como que atienden. De nueva cuenta, el usuario es el más afectado y el que se encuentra prácticamente en el abandono.

¿Nosotros a quién le escribimos, Uber, para solicitar apoyo?

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JJ/I