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Crecimiento endógeno

Esta semana se anunció que Paul M. Romer recibirá el Premio Nobel de Economía 2018. Particularmente, Romer recibirá el premio por las explicaciones que propone para relacionar la innovación, la formación de capital y el conocimiento con el crecimiento económico. A estas explicaciones se les conoce como las “teorías del crecimiento endógeno”. 

Las teorías de Romer tienen relevancia para entender el estado del arte de los estudios sobre el desarrollo económico. Sin embargo, debo reconocer que hubiera preferido que dicho premio hubiera sido compartido. Así, Robert Barro, Robert Lucas, Phillip Aghion o Daron Acemoglu, también hubieran podido ser galardonados por sus contribuciones a las teorías del crecimiento.

¿Qué es lo que hace relevante a las mencionadas teorías? Desde mi punto de vista, es su capacidad para justificar el uso de políticas públicas específicas. Estas justificaciones se suelen plantear en términos de la existencia de “externalidades”. Las externalidades son efectos indirectos derivados de ciertas actividades que modifican la productividad de la economía.

Los proponentes de las teorías del crecimiento endógeno recomiendan apoyar las actividades de investigación y desarrollo y las educativas porque las mismas inducen externalidades positivas. Más aun, suelen explicar la existencia de países desarrollados y en desarrollo con base en los apoyos dados para promover dichas actividades.

Indudablemente, los hacedores de políticas mexicanos debieran tomar sus decisiones con base en las teorías del crecimiento económico. Así, no intentarían suspender el financiamiento de los programas que apoyan la ciencia y la tecnología. Tampoco intentarían reducir las becas y estímulos. Mucho menos, intentarían dejar de mejorar la calidad de la educación.

Si no fuera así, sus decisiones tendrán consecuencias funestas para el desarrollo económico del país.

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JJ/I