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Más reflexión, menos desinformación

Las explícitas confesiones de un feminicida en serie, la cobertura de unos muchachos que grafitearon un vagón de la Línea 3 y el éxodo de más de 3 mil migrantes centroamericanos llegando a México puso a prueba el profesionalismo de los medios mexicanos y locales, pero muchos sucumbieron al morbo y publicaron contenido cuestionable carente de ética.

En estos tiempos donde cualquier cuenta de Facebook o Twitter que difunde entretenimiento puede replicar material íntegro potencialmente viral, como videos, documentos, testimonios o cualquier otro registro de interés público sin filtro alguno, el papel que juegan los medios y los periodistas es elemental: analizar la información, contextualizar y dimensionar los conflictos para finalmente decidir qué publicar, con miras a construir una opinión pública útil y centrada.

La mala noticia fue que estos tres temas que causaron revuelo en días recientes carecieron, en una buena cantidad de los casos, de esta reflexión profesional.

¿Qué vimos? En el caso del feminicida de Ecatepec, titulares que destacaban los innombrables procedimientos de un hombre calculador que gusta de asesinar mujeres, algunos exprimieron sus declaraciones en tribunales y las de su esposa cómplice para presentar notas o videos televisivos explícitos, extremadamente violentos y morbosos alusivos incluso a sus prácticas sexuales, en algunos casos sin contextualizar en absoluto el problema del feminicidio en México.

¿Qué aportan tantos detalles crudos?, ¿para qué le sirve a la población saber qué hicieron exactamente los asesinos con cada pieza de las víctimas? Ya lo han dicho especialistas en materia de derechos humanos, replicar textualmente esta información sólo revictimiza a las familias de estas mujeres que ya sufren por lo que les sucedió, y a la sociedad en nada le sirve más que para perturbar. Abrir tanto los micrófonos a un asesino de mujeres, ¿no es apología del crimen?

Lo mismo para los usuarios de redes quienes suelen encontrarse con material explícito o extrema crudeza, sin contexto, sin análisis, ¿vale la pena compartir?, ¿para qué? Al llegar a los medios, el ejercicio de cajón es el análisis y la decisión de manejo en función del interés y la utilidad, pero muchos sólo fueron replicadores del terror.

En el caso reciente de los chavos que grafitearon el tren, sí, es un delito en el Código Penal de Jalisco por daño a las cosas que tiene una sanción menor, acorde a la falta, por supuesto, pero muchos se prestaron al juego del gobierno del estado y de Zapopan al presumir su rápida detención (cuando en realidad hasta su firma dejaron en los vagones) y también su intento de limpieza por la noche frente a decenas de cámaras y micrófonos. ¿Acaso en el Código Penal está incluida la exhibición y humillación pública para el grafiti u otro delito incluso peor? ¿Se respetó el debido proceso? Al contrario, se hizo una comidilla de un tema menor, sancionable sí, pero no era para más.

En el caso de la caravana migrante se desbordó la xenofobia de los mexicanos, los mismos que mientras se escandalizan de las políticas de Trump, piden a los hondureños que se regresen a su país y vuelvan cuando traigan papeles.

Lamentablemente existen esas concepciones cuando lo que se atraviesa es una crisis humanitaria que exige solidaridad y apoyo de los países vecinos, no toletes y baños con gas, como hizo México. Lo peor del caso fue que hubo medios que dieron énfasis a esas voces clasistas sin contextualizar el conflicto, sin orientar sobre el verdadero drama de las familias que migran y el papel político que está jugando el país ante Estados Unidos; el resultado de esto es la publicación de notas que parecieran justificar la xenofobia.

Como lectores tenemos derecho a tener medios de comunicación éticos, profesionales, que respeten los derechos humanos y se preocupen por informar a las audiencias; se debe exigir, y como periodistas, trabajar mejor y discutir lo suficiente antes de publicar. Urge.

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da/i