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Mariguana y ciencia

Pese al estigma por consumirla y a su estatus ilegal, desde hace muchos años la mariguana es utilizada por personas de todo tipo con fines recreativos. Que no quede duda: la jurisprudencia que sentó la SCJN, que abre la puerta al uso lúdico de la planta, es un triunfo en materia de libertades individuales.

Ello no debería ser sólo un motivo de celebración, sino que tiene que obligarnos a promover mayor investigación científica sobre los verdaderos beneficios de consumirla, las condiciones necesarias para que éstos se den, así como los perjuicios reales, sin estigmatización ni exageraciones.

Uno de los argumentos centrales de los promotores de la legalización es la comparación de los efectos nocivos de la hierba con los de otras drogas recreativas legales, como el alcohol. Si empezamos por ahí, entonces sería necesario establecer de una manera ordenada cuáles son las dosis de consumo de la mariguana.

Las dosis del alcohol están definidas tanto por la industria como por las autoridades sanitarias, medimos la cantidad por copeo y porcentaje de alcohol en las bebidas. Así, una persona puede más o menos calcular su consumo mesurado de alcohol, tomando en cuenta su masa corporal, edad, sexo, si consumió o no alimentos, si está tomando medicamento, así como su tolerancia habitual al licor.

Sin embargo, ahora mismo no podemos decir lo mismo de la mariguana, especialmente porque aún no podemos determinar las dosis cuando hay tanta irregularidad en la clasificación de las variedades de la hierba. Sabemos, por ejemplo, que el componente activo conocido como THC es metabolizado de forma distinta si se fuma o se come (si se come es procesado por el hígado, si se fuma va directo al torrente sanguíneo), pero poco más.

Lo que sí es que existe consenso entre la comunidad científica sobre el abuso de la sustancia y el desarrollo de dependencia y tolerancia, cuya interrupción provoca síndrome de abstinencia.

¿Cuáles son los efectos nocivos a largo plazo? Hasta el momento preocupa que afecte la capacidad para pensar y la memoria. En pocas palabras, parece que el consumo frecuente tiene un impacto irreversible en la inteligencia.

Habría que dejar de comparar a la mariguana con otras sustancias y ponerla en un balance contra la lucidez. ¿Es mejor no consumirla de forma recreativa o hay acaso algún beneficio de hacerlo con moderación?

Ahora que se encamina a vencer los obstáculos legales, la decisión deberá recaer en los usuarios. En un mundo ideal, serán adultos quienes decidan si consumir la droga o no en condiciones responsables, es decir, sin afectar a terceros. Sólo la ciencia podrá otorgarles las herramientas necesarias para su consentimiento informado.

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JJ/I