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Tiempo de ‘chapulines’

Fue posiblemente durante el fin de semana cuando tomó la decisión, pero el hecho es que el lunes 12 de noviembre Ismael Espanta Tejeda anunció que abandonaba la bancada de Morena, en el Legislativo estatal, para incorporarse a la de Movimiento Ciudadano, ya que “la manera de llegar a la cuarta transformación es la refundación de Jalisco”, aseguró en su declaración.

Sin una trayectoria política conocida, se sabe que Ismael es oriundo de Tlajomulco y que cuenta con el bachillerato concluido; asimismo, que arribó a la Legislatura en calidad de diputado de representación proporcional por Movimiento Regeneración Nacional, arrastrado por el tsunami electoral que representó AMLO en Jalisco, en la elección del 1 de julio.

Con su deserción, Ismael asesta un duro revés a la bancada de Morena, a la que deja con seis curules de las ocho inicialmente obtenidas, luego de que en una polémica decisión, la Sala Regional del TEPJF desconoció la curul de Nicolás García Lomelí y se la otorgó al panista Hernán Cortés Berumen.

Por su parte, a principios del mes pasado, María Esther López Chávez, del PT, decidió integrarse a la bancada de Morena, mientras que en un movimiento de claro enroque, Óscar Arturo Herrera dio el brinco contrario y pasó de las filas morenistas a la fracción del PT, porque prefería ser “cabeza de ratón en lugar de cola de león”. Ambos también llegaron a sus curules por la vía plurinominal.

En el caso de Héctor Pizano Ramos, aunque desde hace tiempo se había anunciado su incorporación a Movimiento Ciudadano, apenas el martes pasado se oficializó su integración al grupo parlamentario del partido. En contraste con los legisladores antes mencionados, Héctor Pizano no era ningún desconocido en la política estatal.

En su palmarés político se da cuenta de una amplia trayectoria en la administración pública, diputado en la 60ª Legislatura y, específicamente, su desempeño como presidente del PRI estatal de marzo de 2017 hasta su renuncia en abril del año en curso, en plena campaña electoral. Su ingreso como diputado fue también con el carácter de representación plurinominal.

Además de constituir claros ejemplos del fenómeno de chapulinismo político, todos los casos anteriores evidencian de una manera brutalmente cínica la falta de respeto que le merece a la clase política, el sentido y el peso del voto ciudadano, que acudió a las urnas y sufragó en los pasados comicios.

Si bien en el caso de los diputados que llegan a la cámara por obtener la mayoría de votos en sus respectivos distritos pueden alegar que la votación obtenida fue para su persona más allá de su pertenencia partidaria, en el caso de quienes arriban por la vía plurinominal lo hacen por la votación obtenida por el partido que los postuló. Es decir, que a diferencia de los diputados de mayoría, que teóricamente representan los intereses de los ciudadanos de un distrito, los plurinominales representan únicamente los intereses de su partido.

De acuerdo con lo anterior, y si consideramos que el sufragio es un mandato popular, todos los casos señalados desprecian flagrantemente este mandato. Y lo hacen al cobijo y amparo de una legislación electoral que pone por encima de los intereses ciudadanos el interés de la clase política.

De distinta manera, y tal vez más censurable, es cuando un candidato se convierte en legislador gracias al voto mayoritario de su distrito, y en lugar de corresponder a la confianza ciudadana da el brinco a un cargo de la administración pública, por convenir así a sus intereses personales. El caso lo ilustra Alejandro Hermosillo González, que se presentó y ganó su reelección en el distrito 8 de Guadalajara y que posteriormente se integró como jefe de Gabinete al gobierno de Ismael del Toro.

La práctica del chapulineo se encuentra en los genes de quienes integran la clase política. Seguirá existiendo y reproduciéndose en tanto no se reforme a profundidad nuestro sistema de representación política.

@fracegon

JJ/I