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¿Cuarta transformación o refundación?

El 1 de julio, alrededor de 3 millones 500 mil jaliscienses acudieron a las urnas para elegir, entre otros cargos, al próximo presidente de la República y al gobernador del estado. El sentido del voto fue contundente. Los jaliscienses se decantaron de manera clara y enfática por un cambio en la conducción del país y del estado. Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de la coalición Juntos Haremos Historia obtuvo 41.8 por ciento de la votación, mientras que Enrique Alfaro Ramírez, candidato a la gubernatura por el partido Movimiento Ciudadano, recibió 39.0. Aunque aliado a la candidatura presidencial de Ricardo Anaya, de la coalición Por México al Frente, el emecista decidió que su candidatura fuere avalada solamente por su partido.

No se necesita de una revisión profunda de los números para descubrir que un gran número de jaliscienses cruzaron sus boletas tanto a favor de AMLO como de Alfaro. Y el motivo de esta decisión era que ambos representaban una clara opción de cambio.

Pero además había un elemento que resultaba muy atractivo para los votantes: ambos enarbolaban banderas de fuerte contenido simbólico. Por un lado, López Obrador convocaba a llevar a cabo la cuarta transformación de la vida pública del país; por el otro, Alfaro llamaba a una refundación a nivel de estado. Es probable que muchos electores consideraron que dichas propuestas eran similares, que con diferentes términos se trataba de lo mismo. Sin embargo, el paso del tiempo y de los acontecimientos han revelado sus profundas diferencias. No sólo en el significado de sus lemas, sino, principalmente, en su estilo de concebir el acto de gobernar.

En efecto, mientras el lema de López Obrador y su convocatoria hacia la cuarta transformación cuenta con una narrativa sólidamente sustentada en referencias históricas que son de dominio público y que ilustran los momentos fundacionales del Estado mexicano, la Independencia, la Reforma y la Revolución. La narrativa de la refundación del estado carece de esta perspectiva histórica; en todo caso, el término se ajusta a lo que podría entenderse como una refuncionalización de las instituciones de los poderes públicos. O sea, que vuelvan a cumplir las funciones para las que fueron creadas. Objetivo, que de suyo, no es despreciable, pero que no cabe en el término de refundación.

Respecto al estilo de gobierno, resulta muy ilustrativo observar las actividades que los mandatarios electos realizaron durante el larguísimo lapso que duró la transición. El ahora presidente lo aprovechó para desarrollar un activismo incesante y preparar el terreno para su toma de protesta. Las intervenciones de AMLO no solamente marcaron la agenda política durante este período, sino que hicieron visible su estilo personal con el que habría de gobernar y lo que para él significaba la cuarta transformación.

En contraste, el a partir de hoy gobernador optó por mantener un perfil bajo durante el período de transición. A diferencia del presidente, que desde los primeros días puso a trabajar a los miembros que conformarían su gabinete, el gobernador lo dio a conocer a inicios de octubre. En términos generales, no se han hecho del conocimiento público las acciones que piensa desarrollar para enfrentar los problemas más urgentes del estado. Específicamente la seguridad.

Otro indicio de que la cuarta transformación y la refundación transitan por diferentes vías son los desencuentros que ambos han escenificado, tanto en el transcurso de la campaña como en el período de transición, en los cuales el futuro gobernador se ha empeñado en marcar su distancia hacia López Obrador y externar su rechazo a lo que interpreta como una imposición. El episodio de los súper delegados entraña una profunda enseñanza. La disposición del presidente a rectificar y escuchar el reclamo es una clara demostración de que el interés nacional debe prevalecer sobre los particulares.

En síntesis, los jaliscienses votaron mayoritariamente por la cuarta transformación, y la refundación debe ajustarse a ello.

@fracegon

JJ/I