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Llorar o reinventar

La falta de gasolina a manos llenas como solíamos estar acostumbrados en el Área Metropolitana de Guadalajara y buena cantidad de ciudades del país fue capaz de generar lo que no había logrado ni el peor gasolinazo de 2017: que los automovilistas la racionalicen, la hagan rendir, se bajen del carro (lo que ya es mucho) y que conozcan otros medios de transporte que suelen ignorar o simplemente fingir que no existen.

Sí, es molesto hacer filas, saber que si vacías el tanque no será fácil surtirlo otra vez, pero el efecto de esta escasez ha tenido un impacto positivo en la ciudad a lo largo de esta primera semana de vacas flacas. La contaminación atmosférica bajó considerablemente, sobre todo en los últimos días.

De los días 4 al 11 de enero de este año, la mala calidad del aire fue la constante en sólo 22 por ciento del tiempo, mientras que en ese mismo periodo del año pasado la polución la respiramos 29 por ciento de esa semana, en que no había problemas de abasto en gasolineras metropolitanas.

Prácticamente ninguna otra medida implementada ha generado este impacto tan notable, aunque de rebote, en la calidad del aire en el Área Metropolitana de Guadalajara; una noticia bastante positiva para nuestros pulmones después de una jornada invernal, sobre todo durante la Navidad, que fue extraordinariamente nociva.

Aunque las largas filas en las gasolineras y las proezas que está protagonizando la gente en busca de combustible encienden las alarmas entre los demás que observan, la realidad es que sólo 28 por ciento de la población se traslada en automóvil en la urbe y posee más de un vehículo; el resto de los habitantes no ha visto trastocada su rutina, pues se mueve en camión.

¿Qué más ha evidenciado el desabasto de hidrocarburo en Guadalajara? Los programas que se han empujado desde el gobierno anterior y que no han prosperado, como el transporte escolar, sobre todo en el nivel superior, que ante la falta de soluciones hacia los centros universitarios cada vez es más notorio el aumento del parque vehicular de estudiantes.

Según datos del Centro Mario Molina, dos millones de viajes se trazan en el Área Metropolitana de Guadalajara cada día para movilizar a niños y jóvenes a sus centros de estudio, de los cuales nada menos que 340 mil se hacen en automóvil particular, que suelen ir con sólo uno o dos ocupantes. 340 mil carros que podrían evitarse si el programa de movilidad escolar tuviera actualmente una cobertura suficiente.

A la fecha, sólo 17 escuelas en toda la ciudad cuentan con uno o varios vehículos dotados por el gobierno del estado en comodato para movilizar a sus estudiantes, una cifra absolutamente irrisoria para la demanda que tienen los alumnos de transporte y que se exacerba con el desabasto de gasolina, sobre todo ahora que en la Universidad de Guadalajara regresen a clases el próximo miércoles.

El gran acierto a la fecha ha sido el programa Mi Bici pública, que ante los viajes crecientes en este medio de transporte también ha habido una especie de desabasto, estaciones completamente vacías y tardanza en los operadores del servicio para equilibrar la distribución de unidades. De ahí en fuera, ha sido un alivio para miles de personas.

La gasolina no sabemos cuándo regresará en los volúmenes que estábamos acostumbrados, pero si no aprovechamos, ciudadanos, empresarios y gobierno, esta coyuntura para renunciar a privilegios personales y apretar las tuercas en materia de movilidad colectiva, habremos desaprovechado la oportunidad que tenemos hoy de reconfigurar la ciudad.

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da/i