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La primera crisis de AMLO

Una de las cosas que más se le criticó al gobierno de Enrique Peña Nieto es su lentitud para reaccionar ante las crisis. En septiembre de 2014, cuando empezó a conocerse públicamente el caso de los normalistas de Ayotzinapa, el presidente se tardó casi 10 días en pronunciarse al respecto y más de 30 en reunirse con los padres de los jóvenes desaparecidos.

Estos compases de espera generaban vacíos de información oficial que eran llenados por especulaciones y explicaciones contradictorias. El resultado era un incremento en la indignación de los ciudadanos y en la percepción de que el gobierno no tenía capacidad de actuar.

Entre diciembre de 2016 y enero de 2017 cuando se liberaron los precios de las gasolinas y estos tuvieron el ajuste al alza que detonó el gasolinazo, el gobierno nuevamente estuvo ausente durante la indignación posterior y AMLO, entonces aspirante a la Presidencia, aprovechó el vacío de información para posicionar su propia narrativa respecto a la agenda energética.

Lo que estamos viviendo estos días demuestra que no es lo mismo criticar desde afuera que gobernar.

En la primera oportunidad que ha tenido el nuevo gobierno de posicionar su propia agenda energética y de demostrar una comunicación cercana a la gente que ha sido el sello de López Obrador, los resultados han dejado mucho que desear.

En los días que ha durado la crisis del desabasto de gasolina producto del cierre de ductos de Pemex, el gobierno ha cometido tres errores tácticos de comunicación.

Uno, se comunicó tarde y mal. En vez de tener lista una estrategia de comunicación para ir orientando a los ciudadanos respecto a las acciones que se estaban emprendiendo contra el huachicoleo, se fue reaccionando sobre la marcha.

Ante el vacío de explicaciones oficiales respaldadas por datos se han dado auténticas guerras de información… con algunos medios asegurando que el desabasto se debía a la reducción de las importaciones de gasolina y otros negándolo y confirmando que se debe al error logístico de no tener suficientes pipas para compensar el cierre de ductos.

Dos, la falta de visibilidad de actores clave ha sido notable. Ayer la secretaria de Energía y el director de Pemex dejaron plantado al Congreso para hablar sobre la situación del desabasto de combustible. El único que habla es el presidente, lo que genera la sensación de que en este gobierno el único vocero legítimo es él, y además lo hace en un lenguaje carente de sustento en datos.

Por citar un ejemplo, ayer el ex presidente Felipe Calderón declaró por Twitter que los buques petroleros varados en Veracruz representan un costo para Pemex de 20 mil a 50 mil dólares diarios cada uno; y el presidente salió a declarar que no es cierto y que la demora en descargar es parte del proceso normal. ¿Quién tiene la razón?

Tres, se está dando la imagen de incapacidad técnica. La crisis ya no solo está en la arena mediática. Pemex es una empresa petrolera de escala global y su acceso a créditos depende de dar tranquilidad a actores clave en los mercados internacionales. En los últimos días directivos de Pemex fueron a Nueva York a tratar de dar tranquilidad a algunos de estos actores y el fracaso fue rotundo. Algunos de ellos incluso recomendaron la dimisión del director de finanzas de Pemex.

Al iniciar su gobierno en diciembre, el presidente dijo en una conferencia de prensa que quería demostrar que el gobierno anterior había sido además de corrupto, muy ineficiente en la agenda energética, que se “ufanan de ser buenos técnicos, hay algunos que hasta se sienten científicos, y la verdad están como para mandarlos al parvulito”.

Si de verdad quiere demostrar eso, tiene que asegurarse de tener a personal que pueda demostrar dominio técnico sobre una compañía con la complejidad de Pemex.

@ortegarance

JJ/I