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Tendencias

Hace poco, un amigo decía que el problema no es que falte la gasolina, sino que hay demasiados autos. Aunque lo decía en son de broma, yo creo que no estaba del todo errado. Según el sitio TráficoGDL, en Jalisco se ha triplicado en casi 20 años el número de vehículos; por ejemplo, en el caso de los automóviles particulares pasamos de 730 mil 603 vehículos a 2 millones 12 mil 979 en 2017; y según El Informador cada día se suman casi 370 al parque vehicular.

Estos datos parecen indicar una serie de patrones, algunos buenos y otros francamente preocupantes. Entre las cosas buenas podemos decir que este aumento habla de un mayor ingreso en un sector de la población que ahora puede adquirir un carro (algunos, un segundo o un tercero), lo que en teoría implicaría un mayor acceso de la población a un satisfactor vinculado con movilidad social; es decir, hay quienes han llegado al punto en el que pueden comprar su propio medio de transporte.

Por el otro lado, las tendencias de este crecimiento son señal de preocupación. En primer término, podemos hablar del franco abandono de las autoridades para construir sistemas masivos de transporte. Realmente es increíble que el Área Metropolitana de Guadalajara, con sus más de 5 millones de habitantes, según estimaciones de Inegi, tenga solamente dos líneas, muy limitadas, de tren ligero. De la tercera hablaremos cuando finalmente esté en funcionamiento (ya lleva más de un año de atraso, su costo se ha disparado y hay serias dudas sobre la calidad de la obra). Como he dicho en otras ocasiones, esta negligencia se explica porque resulta más rentable políticamente tender calles y avenidas, y que sea el ciudadano el que tenga que poner el transporte, además de que hay la fuerte sospecha de que así se han protegido intereses alrededor de la concesión de camiones de pasajeros.

En segundo término, se ha puesto de manifiesto nuestra tremenda dependencia de los combustibles fósiles. Aunque no hemos llegado a los escenarios apocalípticos de ambulancias y carros de bomberos varados, y hordas de ciudadanos luchando, al estilo de Mad Max, por un tanque de gasolina, sí es notable que ha habido una afectación a servicios del estado, privados y a la población en general. Así como es cierto que debemos transitar hacia el uso de otros tipos de energía, esta crisis muestra claramente lo lejos que estamos de lograr esta transición.

Otro punto negativo del crecimiento del número de vehículos es la muy evidente contaminación en la ciudad. Es triste ver que la autoridad una vez más renunció a su responsabilidad y se negó a hacer obligatorio el programa de verificación vehicular; sin sanciones, sin supervisión ni vigilancia, el fracaso de esta política era una muerte anunciada. Los datos son de miedo: en los dos años pasados tuvimos un total de 116 contingencias, es decir, promediamos una cada seis días, algunas fuertemente agravadas por la inconsciencia de muchas personas que hacen hogueras o truenan cohetes en determinadas fechas.

Por último, podríamos decir que el número de autos es una señal clara de la pésima planeación urbana; la ciudad creció sin un claro orden, sobre todo hacia el sur: Tlajomulco se volvió una especie de ciudad dormitorio, con uno de los mayores aumentos poblacionales en el país, sin que hubiera la infraestructura suficiente para dotarles de servicios, incluidos por supuesto rutas alternas y un sistema de transporte público eficiente y suficiente.

Es muy probable que en pocos días se normalice el abasto de combustible en el estado, pero tuvo el efecto de visibilizar los problemas mencionados y muchos otros más; sería terrible que no aprovecháramos la coyuntura para plantear seriamente y exigir el tipo de ciudad que queremos construir; simplemente no es sustentable el modelo actual basado en el transporte individual, las largas distancias y la desconexión entre amplias zonas de la ciudad. El reto es grande, pero inevitable.

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da/i