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El sobrevalor de la gasolina

En pleno siglo 21, en el que comenzó la lucha más encarnizada para combatir el cambio climático, ése en el que científicos de todo el mundo se han reunido en sendos foros para dar a compartir sus hallazgos sobre el impacto de los gases efecto invernadero en la dinámica biológica, meteorológica, oceánica y, por lo tanto, en las diferentes formas de vida que coexisten en el planeta, México exhibe su retraso en el cumplimiento de metas internacionales que ya tiene firmadas.

Así lo ha demostrado el desabasto de gasolina. Por si alguien no tuviera claro qué tanto la población mexicana es dependiente de los combustibles fósiles que en cada panel mundial sobre sustentabilidad se refrenda la necesidad de disminuir, la falta de Magna en las gasolineras en lo que va del año ha dejado ver, mejor dicho, ha gritado, el rezago de este país en la adopción de formas de movilidad y de productividad a través de energías limpias.

De acuerdo con el último informe de la Secretaría de Energía, de junio de 2018, 75.8 por ciento de la generación energética en el país correspondió a combustibles fósiles, y 24.1 por ciento a fuentes renovables provenientes de tecnología fotovoltaica y eólica, principalmente. Con esto, el gobierno federal estaría cumpliendo con calzador la Ley de Transición Energética que en su tercero transitorio establece:

“La Secretaría de Energía fijará como meta una participación mínima de energías limpias en la generación de energía eléctrica de 25 por ciento para el año 2018, de 30 por ciento para 2021 y de 35 por ciento para 2024”.

Es decir, apenas se queda a un punto de cumplir con su primera fecha y con pincitas, porque la principal fuente de energía limpia que reporta la Sener en su informe 2018 es la de hidroeléctricas, que si bien está considerada como renovable al generarse con el movimiento del agua, ha sido altamente criticada esta etiqueta porque para obtenerla se necesitan grandes presas que, como ya se sabe, son de alto impacto ambiental y social para las comunidades en donde se establecen, de manera que ese trastorno ecosistémico y humano que generan no puede ser considerado sustentable.

Según ese informe a junio de la Sener, las energías limpias que han tenido un incremento sustancial a partir de 2012 y 2016 han sido la fotovoltaica, la eólica, la del bagazo de caña y el biogás, mientras han caído un tanto la geotérmica y la hidroeléctrica, que sigue siendo la más pujante después de los combustibles fósiles.

Aunque sí hay un avance en la producción de energías alternativas a las de carbón en el país que se refleja en los procesos productivos industriales, sigue siendo insuficiente porque no hay una transición en los medios de transporte nacionales, que están plenamente sometidos a la gasolina y otros hidrocarburos.

El problema con esta dependencia tóxica, literalmente, es porque las externalidades del uso de hidrocarburos son voraces y afectan a todos, a quienes andan en bici, a quienes no tienen carro, a quienes lo racionan y a quienes usan el camión.

Tan sólo por transportarla en la pipa, vaciarla a los tanques de las gasolineras y de ahí despacharla a los autos se escapan a la atmósfera 120 gramos de compuestos orgánicos volátiles por cada mil litros despachados. Esos compuestos, que incluyen cancerígenos como el benceno y tolueno, son los precursores de la mala calidad del aire en las ciudades, y esto se potencializa cuando las gasolinas son, además, quemadas en los automóviles durante los traslados.

Lo más preocupante de esto es que muchos prefieren hacer filas de horas e incluso días con tal de cargar gasolina en lugar de buscar otros medios de transporte. ¿Cuándo vamos a estar listos a descarbonizar la economía del país cuando no soportamos un desabasto de combustible, que no es un producto de primera necesidad como sí lo es el agua? Todos llevamos responsabilidad.

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da/i