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#10YearChallenge

El meme que circula en redes sociales denominado #10YearChallenge, que consiste en mostrar el paso del tiempo a través de dos fotos, una de 2009 y otra de 2019, era un inocente y divertido juego para la mayoría de los usuarios. Entonces llegó un tuit sospechoso que cuestionó los riesgos de brindarle información sobre nuestro envejecimiento al libre mercado.

La autora del tuit es Kate O’Neill, una autonombrada humanista de la tecnología, quien después desarrolló su postura en un artículo publicado en la revista Wired. Su tuit parte de la sospecha de que este tipo de memes ayudan a entrenar los algoritmos de reconocimiento facial para que identifiquen patrones de envejecimiento en las personas.

Como ejemplo de los posibles riesgos, O’Neill señaló que las compañías de seguros médicos –de gran importancia en EU, donde no hay un sistema de salud pública– podrían negar cobertura a aquellos que muestren signos tempranos del envejecimiento, cuya aparición a menudo está relacionada con ciertas enfermedades.

Ya en su artículo, O’Neill explica que no hace falta un meme como ése para entrenar a los algoritmos. Algunas redes sociales como Facebook y sus filiales ya tienen la suficiente información sobre nosotros como para hacer sus cálculos.

Cualquiera que revise críticamente la historia de la tecnología tendrá razones para vivir en perpetua incertidumbre de las consecuencias no previstas o dañinas para la sociedad de cualquier desarrollo o utilización tecnológica.

Por ejemplo, antes de que FB te sugiriera etiquetar a tus amigos en tus fotos, la tecnología del reconocimiento comenzó a perfeccionarse por el ejército de EU durante la guerra de Irak y también en las intervenciones en otros países del Medio Oriente por la llamada “guerra contra el terrorismo” del expresidente George W. Bush. Apenas el año pasado, el mismo ejército desarrolló una técnica de IA para el reconocimiento de rostros en la oscuridad.

No es difícil encontrar otros ejemplos de cómo la tecnología avanza en primer lugar por medio de la inversión gubernamental y luego es transferida a la industria privada. El Internet es el mejor ejemplo: es descendiente directo de la red ARPANET, un proyecto del Departamento de Defensa de EU que comenzó operaciones alrededor de 1960.

Anteriormente, lo más lógico resultaría pensar que este tipo de invenciones tendrían mejores usos en manos de la industria y del mercado que de las fuerzas armadas. Es preferible que se use el reconocimiento facial para etiquetar a tus amigos en una foto que para detectar enemigos en una guerra. No obstante, en el mercado también hay muchos agentes con intereses distintos al beneficio social. La transferencia tecnológica no es un inocente meme.

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JJ/I