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Sin gasolina

El tema de los desabastos en las zonas urbanas de México no es muy común, siempre y cuando se tenga el dinero necesario para consumir. Mi memoria guarda algunas imágenes borrosas de otro tiempo de desabasto, pero no de gasolina. Debió ser a mediados de los años setenta del siglo 20. Había un contexto de confrontación entre el presidente Luis Echeverría Álvarez y los poderosos empresarios regiomontanos porque, en su opinión, el presidente no combatía suficientemente a las guerrillas urbanas que actuaban en las principales ciudades del país. A la guerra de entonces se le conoció como guerra sucia y también, como hoy, tenía como objetivo a los jóvenes que entonces, después de la represión del 2 de octubre de 1968, decidieron armarse para luchar contra el gobierno. Y para incrementar su capacidad de presión, los empresarios dejaron de distribuir artículos como azúcar, jabón, pasta dental, etcétera. Recuerdo que resultaba extraño ver vacíos los estantes de madera de las tienditas de barrio y que sólo se vendiera en pequeñas raciones.

El contexto y el desabasto de gasolina de hoy es diferente. Hoy las discusiones son otras, si bien el tema de la guerra se mantiene y se ha profundizado. Entonces eran los tiempos de la abundancia y no podíamos siquiera imaginar la posibilidad de que el petróleo pudiera terminarse, mucho menos que deberíamos pensar y actuar para empezar a desmontar este sistema que funciona solamente con energías fósiles que, además, son altamente contaminantes.

Más allá del uso típico que hacen los gobernantes para ajustar cuentas entre ellos, habría que pensar en algunas lecciones que nos está dejando este desabasto de gasolina. Me parece importante que este desabasto nos permite darnos una idea general de lo que podríamos vivir en un futuro cercano: el agotamiento definitivo del petróleo y la necesidad de utilizar otras fuentes de energía. No es nuevo el tema, sin embargo, es poco lo que hemos avanzado en ello, por lo cual corremos el riesgo de tener que aprender a ello ya con la crisis encima.

Durante estos días de escasez de gasolina, por la vía de los hechos, tuvimos que hacer un uso racional del auto y, en el mejor de los casos, utilizar otros medios de transporte no motorizados. Eso ha estado relativamente bien, sin embargo, el que dichas prácticas hayan sido motivadas por una decisión del poder presidencial implica que pasada la crisis volveremos al uso y abuso del automóvil y al consumo normal de gasolina. Y, por otro lado, de parte del gobierno tampoco parece haber mayor entendimiento del problema al proponerse la construcción de más refinerías como objetivo principal. Es decir, producir más gasolina y con ello crear las condiciones para un mayor consumo.

Que el uso y dependencia de energías fósiles no se ponga a discusión y tampoco se diseñen políticas diferentes, sustentables como les gustan llamarlas, se entiende porque es parte de sus acuerdos con los capitales. Es obvio que entre los planes de la cuarta transformación no se encuentra la reducción de la explotación del petróleo, la producción de la industria automotriz en México, ni la promoción del transporte público como mecanismo fundamental para la reducción del uso del automóvil privado y, por tanto, también de las emisiones de dióxido de carbono que afecta tanto a nuestra salud.

En estos días de poca gasolina hemos visto o sabido de la diversidad de escenarios que se han generado alrededor de esta situación inédita en el país, que ha permitido conocer mucho más de la complejidad del problema y la dimensión increíble del negocio que desde el gobierno se hacía con el robo y venta de gasolina. Ahora sabemos que los huachicoleros son también una construcción gubernamental que servía de pantalla.

Sorprendió que en las largas filas de coches que pudimos observar por toda la ciudad durante horas y horas no sucedieran mayores problemas o se generen muestras de mayor inconformidad. Durante la larga espera se establecieron nuevas amistades; se utilizaron las redes sociales para informarse y hasta asados se hicieron para hacer amena la espera. Llamó la atención que los demandantes de gasolina hubieran estado en la fila horas y horas casi en plena tranquilidad. Disposición nunca vista ante otros problemas frente a los cuales generalmente muestran desesperación.

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da/i