INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

La escalera de la participación ciudadana

En un texto clásico de la participación ciudadana, la investigadora Sherry Arnstein, tratando de explicar la diferencia que existe entre cumplir con un ritual vacío de supuesta participación y el hecho de realmente disponer del poder necesario para afectar los resultados de un proceso, desarrolló en 1969 un modelo de ocho niveles de participación ciudadana.

Si bien dicho modelo ha sido criticado, pues responde más a la realidad de países desarrollados, en los que, a diferencia del nuestro, la educación y el acceso a la información están distribuidos de una manera más o menos uniforme, me parece que vale la pena retomarlo para, por lo menos, tener un mecanismo para determinar si lo que nuestras autoridades nos proponen es una invitación seria a participar en los asuntos públicos o no.

La autora comienza comentando un cartel elaborado en el marco de las protestas estudiantiles ocurridas en Francia en 1968 en contra de su sistema sociopolítico y su falta de inclusión. Dicho cartel decía: “Yo participo, tú participas, él participa, nosotros participamos, ustedes participan, ellos se quedan con las ganancias”, y concluye afirmando que la participación sin redistribución del poder es un proceso vacío y frustrante para quienes carecen de poder, aunque dicho proceso le permita afirmar a quienes ejercen el poder que “tomaron en cuenta a todas las partes”, pese a que sólo unos cuantos se beneficiaron de ello.

El modelo de Arnstein tiene ocho escalones, agrupados en tres bloques, dependiendo de qué tanto puede influir la ciudadanía en la decisión final y, de paso, beneficiarse de ella.

El primer bloque, el de la no participación, está compuesto por dos escalones, la manipulación y la terapia. En dichos escalones se le escamotea a la ciudadanía la posibilidad de participar en la planeación o conducción de los programas o políticas públicas, y en vez de ello las autoridades procuran “educar” o “curar” a quienes se acercan al ejercicio propuesto, asumiendo un rol paternalista, en el que le explican condescendientemente a la ciudadanía por qué quienes tomaron la decisión están en lo correcto, y quienes critican las decisiones tomadas están mal, porque están enfermos, por así decirlo. En este caso, el interés de la autoridad es convertir a los ciudadanos en sus aliados, pero sólo para que difundan la “verdad” que la autoridad les ha revelado, y para que contengan a los críticos, no para que contribuyan en la toma de decisiones.

El segundo bloque es el de la participación simbólica, que abarca a su vez tres peldaños: informar, considerar y aplacar. En estos niveles, la ciudadanía puede escuchar y ser escuchada, pero no tiene la posibilidad de asegurarse de que sus puntos de vista serán tomados en cuenta por los tomadores de decisiones, por lo que lo más seguro es que las cosas seguirán como están. Cuando las autoridades optan por “aplacar” a la población, le brindan el espacio para que haga llegar sus advertencias o recomendaciones, pero se reservan el derecho a tomar la decisión final, por lo que la participación sigue siendo una cuestión simbólica.

Finalmente, en el último bloque, el de poder ciudadano, encontramos los tres escalones más altos, que representan los niveles de verdadera participación: cooperación, en el que se negocia y se comparten la planeación y la toma de decisiones; delegación, en el que los ciudadanos concentran la mayor parte de los puestos de decisión, y la autoridad tiene sólo unos cuantos, como en ciertos consejos ciudadanos; y, control ciudadano, en el que la toma de decisiones reside exclusivamente en ciudadanos no involucrados en la función pública, como ocurre con algunas juntas de colonos que administran sus propios servicios públicos.

Como explicaba al principio, este modelo puede servir para examinar las propuestas de participación que nos hacen nuestras autoridades, y de ese modo determinar en qué escalón o peldaño nos quieren ubicar, y contrastarlo con el que queremos ocupar, y definir hasta dónde queremos ejercer nuestra ciudadanía.

[email protected]

@albayardo

JJ/I