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En puerta, tragedia en salud

El panorama general de la salud en México se resume en unos cuantos elementos: a) muy baja inversión pública per cápita (somos el país de la OCDE que menos invierte en salud); b) un perfil epidemiológico que ha cambiado rápidamente hacia la prevalencia de enfermedades crónico-degenerativas que requieren de tratamientos prolongados y costosos; c) regiones completas asoladas por enfermedades asociadas a la pobreza y la falta de infraestructura de atención básica, y d) una deteriorada y desarticulada capacidad de respuesta oportuna y efectiva de las instituciones públicas de salud.

Ante esto, la impericia y arrogancia presidenciales hacen estragos todos los días. Por la vía de los hechos se suspendieron los recursos del Seguro Popular a las entidades federativas, sin generar un esquema alternativo que provea el financiamiento requerido para la atención de los 53 millones de afiliados al programa. Se sustituyó un sistema maltrecho por algo peor: el vacío presupuestal, la improvisación e inoperatividad.

Para ello se acude al consabido expediente de la corrupción, pero a los dichos de robos y despilfarro jamás se les acompaña de pruebas ni denuncias penales contra los responsables. Quienes pagarán las consecuencias de la corrupción en el sector salud serán los mexicanos que dependen de las clínicas y hospitales públicos que están abandonados a su suerte.

Andrés Manuel anunció hace meses la universalización de la atención médica en las instituciones públicas (desdeñando y desacreditando las opiniones de expertos que apuntaban la inviabilidad legal, operativa, presupuestal, laboral y social de tal medida), pero en los hechos ha recortado y retenido recursos a los estados e instituciones nacionales de salud, provocando despidos de personal, desabasto de insumos y servicios, y retardos cada vez mayores en atenciones, intervenciones y tratamientos. Ya en el colmo del absurdo, luego de apenas dos meses de gobernar, ha abdicado de uno de sus principales compromisos y ahora afirma que tomará tiempo lograr la universalización de la atención médica.

Anunció también la disposición de medicamentos gratuitos para todos, pero sus decisiones y acciones apuntan en sentido opuesto. Su política de recortes y retención de recursos provoca acumulación de pasivos del sector salud con sus proveedores, que están suspendiendo el abasto de insumos y la prestación de servicios. Además, se han negado permisos de importación a empresas y laboratorios farmacéuticos, sin que el gobierno tenga la capacidad de sustituir su producción y abasto, con lo que se generan escasez y encarecimiento de medicinas.

Seguramente dirá que recibió un sector salud sostenido con alfileres, pero en su infinita y campechana soberbia decidió quitarlos sin colocar algo mejor. El colapso del sector salud se cuantificará, lamentablemente, en pérdidas de vidas humanas, pero al presidente le importa muy poco; se justificará culpando a gobiernos anteriores, a intereses económicos detrás de las redes de corrupción y a la prensa alarmista y chayotera. Denunciará un retorcido plan urdido para desprestigiar su gobierno y pedirá al pueblo bueno que entienda y apoye los esfuerzos y sacrificios que él hace en pos de la cuarta transformación, que en realidad es una involución política e institucional.

Aún hay mucha gente que presta crédito a las contradicciones del tabasqueño. Justifican la impericia y cortedad de miras, arguyendo que las consecuencias de las personalísimas decisiones del omnímodo presidente son responsabilidad de alguien más. Demasiados defienden y elogian aún al rey enfundado en su traje.

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JJ/I