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Extraño oficio

El martes 26 de febrero presentamos el nuevo libro de Ricardo Sigala, Extraño oficio, en la librería Lapso de Ciudad Guzmán, y no fue una presentación normal, en definitiva. Extrañé la normalidad de la mesa larga cubierta con mantel verde o negro; la presencia ensayada de quien da las gracias, las bienvenidas y lee en toda su extensión la retahíla de logros de los comentaristas (muchas veces sólo interesados en posar y figurar) y por supuesto el desmedido elogio al autor y su lista de bondades (amigo, muy amigo generalmente). Extrañé ver los mismos rostros, los mismos persistentes, odiosos, aburridos rostros, de aquellos que siempre van a las presentaciones o actos similares, que ojalá fueran de la estirpe del Chubasco (alias Gabriel Figueroa, el mayor caza-cocteles de los años noventa: ebrio, bravucón y culto), pues estos convidados líticos no beben ni compran ni comentan cosa alguna. Extrañé la sensación de que los anfitriones nos hacen un favor al programar nuestro acto y darnos una oportunidad en la agenda inflada de compromisos con otros personajes más importantes que uno, más comedidos que uno, más elogiosos que uno. Extrañé de veras el besamanos imperceptible, el tácito compromiso de devolver el favor, la incómoda y sempiterna elusión al antisilogismo de Arduro Suaves que expuso cómo son las relaciones culturales en esta porción del mundo con un periquete extraordinario: “Me lees, te leo; me publicas, te publico; me criticas, te odio…”.

Todo lo descrito hasta aquí, obvio en su ironía y odiado realmente, fue aquello por lo que abjuraba de las presentaciones (actos innecesarios, pasados de moda, pensaba), y en esa tarde del martes 26 aquello mismo quedó superado en seguida por una epifanía muy laica y concreta. En la reunión de Lapso nos encontrábamos un grupo amplio de lectores con libro comprado en mano, un par de comentaristas desinteresados y honestos (Emmanuel Alejandro Godínez y Héctor Olivares), el autor (que no recibió becas para escribir), los editores (cuya inversión fue propia, sin apoyos ni ayudas del autor o de gobiernos ni universidades) y la librera Cecilia Aguilar. Allí estábamos concitados los actores del ciclo del libro y todos encontramos sentido a la celebración de los oficios de la lectura, la escritura y el libro, muy extraños, sin duda.

@LibracoFP

JJ/I