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Transformando un mundo roto

¿Cuándo fue la última vez que se sintieron optimistas respecto al futuro del mundo? En las últimas dos décadas ha ido incrementando la certeza en la mayoría de las personas de que el mundo está roto. Estamos destruyendo el planeta, se ha vuelto más difícil tener seguridad económica durante toda la vida y no hay gobierno que parezca funcionar.

La semana pasada me compartieron el video de una conferencia dada por Kim Stanley Robinson, escritor de ciencia ficción que ha explorado a profundidad en su obra los retos del cambio climático. En ella dice una frase que me quedó muy grabada: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.

Robinson detalla en su conferencia cómo la acidificación de los océanos y el calentamiento global derivado de las emisiones de carbono a la atmósfera al ritmo actual van a ocasionar el colapso de ecosistemas enteros que pueden llevar a la extinción de nuestra especie en un siglo. Y no podemos cambiar esta tendencia por dos razones: primera, la regla número uno del capitalismo es conseguir rentabilidad a corto plazo y, segunda, los gobiernos que deberían estar ahí para defender los costos sociales de hacer negocio están comprometidos por intereses económicos.

Nos vamos a suicidar como especie por nuestra incapacidad de controlar nuestra adicción a las ganancias a corto plazo y el médico que debería estar ahí para ayudarnos a moderar los efectos destructivos de nuestra adicción (los gobiernos) está haciendo la vista gorda.

Ante la inquietud generalizada que tenemos los ciudadanos en buena parte del mundo, hemos salido a expresarnos en las calles y en las urnas en la última década buscando hacer cambios. Pero los líderes que hemos escogido o se enredan en narrativas negativas o se topan con la pared de un sistema que se resiste a cambiar.

En México tenemos un gobierno enfocado en acabar con la corrupción, pero que no nos ofrece una narrativa positiva de hacia donde debemos ir después. ¿Qué sigue después de acabar con la corrupción?

Una verdadera transformación con mayúscula debería ofrecer una visión postcapitalista; definir el rol de México en un mundo que tiene que repararse.

Es verdad que fuimos una potencia petrolera y vivimos de Cantarell durante décadas, pero en vez de hablar de nuevas refinerías y cancelar inversiones en generación eléctrica por vías renovables, ¿por qué no exploramos cómo aprovechar el potencial solar y eólico de nuestro país?

Está bien que ayudemos a cientos de miles de jóvenes a capacitarse en empresas para facilitar que encuentren trabajo, pero ¿por qué no buscamos definir una identidad productiva ambiciosa para el país? Volvámonos líderes en algo que nos haga ganar un lugar relevante en la mesa global.

Que la cuarta transformación sea tan ambiciosa como la de Lee Kuan Yew que llevó a Singapur de un pueblo de pescadores a un Tigre Asiático en una generación o como la de Deng Xiaoping que inició el proceso para convertir a China en la segunda economía más grande del mundo en tres décadas o como la de Atal Bihari Vajpayee que convirtió a India en un referente mundial de servicios de tecnologías de información.

Hoy se necesita un liderazgo como éstos para salvar al mundo de sí mismo. Rayos de esperanza vienen de políticos como Alexandria Ocasio-Cortez que propuso una ambiciosa legislación en Estados Unidos (el Green New Deal) que al menos está detonando una conversación seria sobre cómo emprender acciones profundas.

Por qué no usar el histórico capital político y social que tiene nuestro gobierno actual para que México realmente se embarque en un viaje épico de transformación en línea con la realidad del mundo de hoy… en lugar de estar desperdiciándolo todo en batallitas y en tratar de volver a la falsa edad dorada de los setentas que ya no existe.

@ortegarance

JJ/I