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El feminismo que les aterra

La marea verde que tiene sólidos cimientos en Guadalajara mostró su potencia en una marcha multitudinaria el viernes y su voz retumbó entre las calles del centro; sus consignas eran claras y de obligada atención, pero ¿cómo reaccionaban los peatones, hombres y mujeres, al ver el paso de un decidido contingente femenino? En esas respuestas radica el entendimiento de por qué era necesario salir a tomar las calles.

Muchas mujeres en paradores de camión, afuera de restaurantes o solamente caminando apoyaban, algunas se sumaron, otras veían con gusto la enorme movilización, pero no faltó las y los que criticaron a las manifestantes por traer pasamontañas, pañuelos verdes en el cuello o los brazos, gritar consignas con groserías y el peor pecado: exigir aborto seguro y gratuito, esa fue la gota que derramó el vaso para repudiar la protesta.

Frases como “resistencia lésbica”, “educación sexual feminista”, “en mi cuerpo decido yo”, con ilustraciones de mujeres besándose y vulvas envueltas en vello púbico desfilaron en pancartas por las mismas calles de la ciudad que, en otras ocasiones, han reunido a miles de personas para criminalizar la interrupción del embarazo, repudiar el matrimonio homosexual y exigir que los niños no reciban orientación sexual, con base en principios meramente religiosos. Las feministas confrontaron eso.

Hubo molestia en transeúntes, hombres y mujeres, porque las manifestantes rayaron algunas paredes con aerosol verde, porque decían “cabrón”, “pinche”, “no mames”, y porque perseguían hasta la expulsión a los hombres que se metieron al contingente separatista que, además, se molestaban por la medida.

También abundaron videos y fotos en redes sociales de usuarios quejándose de las pintas verdes y del vocabulario de sus autoras. Fue el pretexto perfecto para tratar de desacreditar su lucha y su protesta, ¿cómo una mujer hablando groserías, una vándala, va a ser una digna vocera de un movimiento feminista? Es real, hay quienes se indignan más por una joven de cara tapada y aerosol en mano, que por la desaparición de cientos de otras al año en su estado.

En Guadalajara es más incómoda la mujer que pinta una barda para gritar al mundo una injusticia que el hombre que viola a su novia o la mata. En Guadalajara causa más alarma la estudiante que dice “cabrón”, que el muchacho que la nombra “feminazi”. Es más escandalosa la esposa que no le hace de comer a su marido ni le pone la mesa, que el padre que abandona a sus hijos o los agrede condicionándoles el dinero.

¿Por qué irrita tanto el feminismo?, ¿por qué una marcha multitudinaria donde se desborda el poder de las mujeres les da tanto pavor? Porque un contingente como el del viernes es una muestra clara de que las cosas están cambiando, de que las habitantes de Guadalajara están dispuestas a desarmar los roles de género que se han impuesto desde siglos.

Les da escozor, a la Iglesia, a los conservadores, a los machistas, saber que sus privilegios se cimbran y llegará el día en que se caerán a pedazos encima de ellos. Les da pavor reconocer que todo lo aprendido sobre lo bueno y malo de una mujer y un hombre deben desbaratarlo y volverlo a tejer; lo mismo tendrán que hacer con lo transmitido a sus hijos y a sus nietos. Muchos no están dispuestos a hacerlo y el feminismo les patea.

Pero afortunadamente hay hombres abiertos a reconfigurar su masculinidad, a reconocer que mucho de lo que les transmitieron es un error, a que no tienen derecho sobre nosotras y que las mujeres no estamos para servirles como hijas, esposas, novias o compañeras de clase. Muchas niñas no se están dejando someter por viejos patrones culturales y ahí, en esas dos canchas, está triunfando el feminismo, que desde hace décadas echó raíces, pero ya está dando frutos entre la maleza.

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da/i