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Carnívoros (I)

La carne divide poblaciones enteras. Es un tema no sólo de preferencias personales, sino profundamente ideológico.

Los veganos atacan desde diversas trincheras, pero, principalmente, parten de una postura ética: los animales de granja viven y mueren en condiciones de crueldad, además de que la ganadería es una de las industrias más contaminantes. Lo mejor, según ellos, sería eliminar la ingesta de carnes y lácteos por completo.

En parte tienen razón: comer eso tiene una huella ambiental importante, se necesita mucha agua además de grandes extensiones territoriales, se favorece el monocultivo y a ello hay que sumarle los desechos no sólo sólidos, sino hasta el metano que emiten las vacas.

Desde otra perspectiva, la carne roja, particularmente la procesada, está catalogada por la OMS como un cancerígeno del Grupo 1, es decir, existe la suficiente evidencia científica para establecer un vínculo entre el consumo de estos alimentos y el favorecimiento para la aparición de cáncer, particularmente colorrectal.

En los últimos años, además de la tracción del movimiento vegano y de productos libres de crueldad animal, también han surgido disidentes que reclaman su derecho y su preferencia por una dieta completamente carnívora.

Aunque muchos lo hacen sólo para defender el deleite de sus paladares, existe una comunidad incipiente de personas con enfermedades autoinmunes que reclaman que la carne tiene propiedades curativas para este tipo de males. Dicen que sus experiencias tras comer principal o exclusivamente carne de res contradicen el consenso científico de que es mejor una alimentación balanceada rica en frutas y vegetales verdes.

Si esas personas actúan de buena fe y dicen la verdad, o están experimentando un fuerte efecto placebo o tal vez aún no hay ciencia que explique por qué su dolor ha cesado. También hay que esperar a ver resultados a futuro.

Los defensores de la dieta carnívora utilizan como argumento que existen poblaciones enteras, como los esquimales, que, por el ambiente inhóspito en el que viven, consumen principalmente carne o productos de origen animal y tienen poca ingesta de frutas o vegetales.

Sin embargo, los estudiosos de estas poblaciones contra argumentan que ellos, a diferencia de las culturas industrializadas, no consumen carne de un ganado que se alimenta principalmente de granos y hace poco ejercicio, sino que cazan animales salvajes incluyendo mamíferos terrestres, marítimos y peces, de los que no sólo degustan filetes, sino que se comen partes muy ricas en vitaminas como los hígados, las vejigas y la piel.

Muy pocos de los amantes de la carne defenderían su consumo porque temen que alguien les prive de degustar un rico platillo de hígado. Pero si los intentos de persuasión no han funcionado, ¿habrá otra solución para bajar el consumo per cápita?

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JJ/I