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Otro ángulo de la revocación

Basta con saber que en Venezuela, Bolivia, Cuba y Ecuador existe la revocación del mandato como para invitar a los dos lectores que me distinguen con la lectura de estas líneas a que reflexionemos en torno a las intenciones ocultas en esta nueva reforma constitucional orientada a la perpetuación de una dictadura camuflada.

Si para muestra es suficiente un botón, Hugo Chávez la utilizó en 2004; sí, pero Charles de Gaulle y Pinochet echaron mano del referéndum de conformidad con sus planes políticos y ambos perdieron la consulta popular y tuvieron que retirarse del poder.

López Obrador insiste en la revocación del mandato con el propósito de garantizar, en un primer término, su mayoría legislativa en la H. Cámara de Diputados, en el entendido de que en la de Senadores las elecciones se llevarán a cabo hasta 2024. Sabe, porque lo sabe, que la aparición de su nombre en las boletas de 2021 –cuando se elegirán 13 gubernaturas, 500 diputados, cientos de presidentes municipales– le reportará millones de votos a Morena, ya que sus militantes por sí solos no moverían ni conmoverían al electorado y quedaría comprometido el futuro del partido, ya que Morena es AMLO y sin él no es nada: el movimiento se desharía como papel mojado. Es evidente la intromisión descarada del Ejecutivo en el proceso electoral. En segundo lugar, el presidente desea introducir un termómetro en la opinión pública para medir las posibilidades de su reelección en 2024.

Su palabra empeñada en respetar el principio revolucionario consistente en el “sufragio efectivo, no reelección” tiene la misma validez que sus promesas incumplidas relativas al encarcelamiento de los integrantes de la “mafia del poder” o a sus garantías de que bajaría el precio de la gasolina o que el Ejército regresaría a sus cuarteles o que vendería el avión presidencial (como si ignoráramos que está arrendado y es imposible enajenarlo) o que acabaría con la corrupción (cuando nombró a un fiscal carnal para impartir justicia selectiva) o que acabaría con la violencia con tan sólo llegar al poder con sus supuestos poderes mesiánicos. El presidente puede comprometerse a no reelegirse, podría jurarlo, salvo que el “pueblo sabio” se lo pida de rodillas ante el sagrado altar de la patria. ¿Qué hacer ante este evento? ¡Reelegirse! ¿Qué más podría hacer para hacer inmensamente felices a sus seguidores?

No se debe perder de vista la presencia perversa de un aliado encubierto, tanto en el nombramiento de la más reciente ministra de la Corte como en lo relativo a la votación por la revocación del mandato. Me refiero concretamente a los diputados tricolores, quienes abandonan el recinto legislativo en el momento crítico para facilitar la mayoría a Morena o simplemente votan a favor de este partido sin experimentar el menor rubor ni recordar que formaban parte de la oposición. Ellos son cómplices del desastre que amenaza el porvenir de México en estos días aciagos en que se destruyen cotidianamente las instituciones republicanas y, por lo mismo, se atenta en contra de nuestra democracia embrionaria.

No mentir, no robar y no traicionar son los grandes postulados de AMLO. ¿Y las consultas a modo, como la de NAICM, absolutamente fuera de la ley, un insulto a la inteligencia y a la voluntad popular? ¿No es una traición? ¿Y aquello de “prometo guardar y hacer guardar las leyes y si no, que la nación me lo demande…”?

¿Para qué la revocación del mandato si nuestra Constitución Política ya cuenta con mecanismos para remover al presidente, tales como el desafuero y el juicio político? Pero bien visto y analizando la coyuntura política desde otro ángulo, ¿qué tal que este exceso de confianza (que mata al hombre), en este caso de AMLO y de su movimiento, fuera un tremendo búmeran que podría golpear y hasta noquear a este catastrófico movimiento morenista hasta desbaratarlo por completo? ¿Cómo? Muy simple:

El crecimiento económico prometido de 4 por ciento no se dará de acuerdo con los indicadores actuales. Es bastante probable que ni siquiera alcance 1 por ciento, lo cual significa menos recaudación y por lo tanto mucho menos capacidad para sufragar los proyectos clientelares, no asistencialistas, de AMLO, al más puro estilo populista.

¿Más? La escandalosa caída de la inversión pública y privada, nacional e internacional, las descalificaciones de las calificadoras, la pérdida de empleos, ya que en diciembre pasado 400 mil mexicanos se fueron a la calle sin trabajo, el diferimiento de las rondas petroleras, la fuga de capitales y la incertidumbre entre los inversionistas foráneos que ven con recelo las políticas suicidas del López Obrador, como su renuncia al fracking o a los aerogeneradores a pesar de sus inmensas ventajas, entre otros tantos ejemplos más.

¿Adónde voy? A señalar que antes de 2021 México podría enfrentar un nuevo cataclismo financiero y social que podría echar por tierra los planes de AMLO y que la revocación del mandato podría significar la separación de su alto encargo y el desmantelamiento de Morena al gobernar con recetas sacadas del bote de la basura. Si esta catástrofe se diera y los electores votaran por la desaparición política de AMLO y de sus huestes en 2021, esta otra posibilidad, este otro ángulo de la revocación podría ser el otro filo de la navaja. Si el mal ha de llegar, que llegue pronto, muy pronto, antes de que el daño sea irreparable, como en el caso de Maduro y su Venezuela devastada, para ya ni hablar de Cuba.

¡Cuidado con la revocación del mandato, tiene dos ángulos…!

JJ/I