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Nuevos carnívoros (II)

Según los partidarios del veganismo, la producción de carne roja y pollo genera costos ambientales, provoca sufrimiento en animales y su consumo es perjudicial para la salud humana.

Hasta hace poco, la principal estrategia para convencer a que más personas se sumen a una dieta vegana o que reduzcan el consumo de productos de origen animal, han sido las campañas de concientización para cambiar hábitos.

Poco a poco, la ideología animalista y el veganismo van ganando tracción entre la gente. Cerca de 19 por ciento de los mexicanos es vegetariano, 15 por ciento restringe de manera importante su consumo de carne y 9 por ciento es completamente vegano, de acuerdo con una encuesta online realizada en 2016 por la prestigiosa agencia Nielsen. Esto coloca al país por encima de la media en América Latina.

Sin embargo, la meta de que la mayoría de la población adopte al menos alguna de estas tendencias parece lejana. Es ahí donde se necesita de la creatividad científica para solucionar una problemática que se considera principalmente social. Patrick O. Brown, profesor de bioquímica en la Universidad de Stanford, quien previamente se había dedicado al estudio del ADN y a la investigación en medicina, entendió que la mayoría de los carnívoros, a diferencia de la minoría que asegura hacerlo por salud, que no está dispuesta a dejar de comer carne lo hace por poderosas razones sensoriales: el sabor, el olor y la textura.

Ya existen opciones que pretenden sustituir a los platillos de carne: ¿quién no ha oído hablar de la carne de soya o de la hamburguesa de lentejas? Pero es evidente que estas opciones no son lo suficientemente parecidas a la carne roja.

Por ello, Brown se propuso replicar la experiencia de comer carne a partir de moléculas extraídas de plantas. Fundó su compañía Impossible Foods y en varios restaurantes de EU ya se vende la Impossible Burger, que algunos comensales no pueden distinguir de una hamburguesa de carne real. No es el único, ya hay otras compañías como Beyond Meat que venden alternativas similares inclusive en supermercados y tiendas de conveniencia.

También se están explorando nuevas vías; no sólo en EU, sino en países como Holanda, Reino Unido e Israel. Varios laboratorios de universidades y startups empezaron a generar carne cultivada, es decir, carne desarrollada a partir de células madre de animales, cuyo proceso de crecimiento es acelerado en un biorreactor. Al parecer, lo que está pendiente es la aprobación de las agencias sanitarias.

¿Será que los omnívoros y carnívoros del futuro comerán sólo alguna de estas opciones libres de crueldad animal y con reducido impacto ecológico? ¿Se acabará la ganadería industrial?

Si es ahí, es urgente reconocer que se avecina otro problema que requerirá de ingenio y creatividad: la ganadería y la avicultura son el sustento económico de muchas familias. ¿Cómo minimizar el costo humano de la desaparición completa de una industria?

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JJ/I