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Reelegir o no reelegir

Esta semana la historia que más circuló en medios de comunicación fue la aprobación en el Congreso de la revocación de mandato y la carta del presidente López Obrador en la que se compromete a no usar esta legislación como mecanismo para reelegirse en 2024.

La revocación de mandato es una iniciativa de Morena para que a mitad de sexenio se pueda votar por que el presidente continúe o no con su administración. En palabras de AMLO, “el pueblo pone, el pueblo quita”. Los opositores a esta ley argumentan que se trata de facto de una reelección del presidente a los tres años, lo que pone a la figura presidencial en campaña en la elección intermedia y sienta un antecedente para que esta reelección se pueda hacer de forma indefinida cada trienio. El presidente firmó esta semana una carta en la que afirma que en 2024 se va, pase lo que pase.

La reelección es un tema tabú en México debido a que los cimientos institucionales modernos de nuestro país se fundaron en torno al principio de “sufragio efectivo, no reelección” del Plan de San Luis, de Madero, que convocaba a la Revolución contra 30 años del Porfiriato y que luego se introdujo a la Constitución de 1917.

Con este modelo México forma parte de un club muy pequeño de países que prohíben completamente la reelección presidencial, entre los que se encuentran también Corea del Sur, Filipinas y recientemente Colombia.

En el resto de las democracias del mundo la reelección es permitida, aunque el balance del poder es muy distinto en unas y en otras. Después de echar un vistazo rápido, podríamos agrupar los modelos democráticos en tres grandes categorías.

Primero están los sistemas parlamentarios, que es la categoría en la que caen la mayoría de los países europeos. En estos modelos los ciudadanos votan por sus representantes en el Poder Legislativo y el Parlamento elige al jefe de Gobierno que ostenta el Poder Ejecutivo, que a veces es nominado por un jefe de Estado distinto que suele ser una figura ceremonial.

Un jefe de Gobierno en un sistema parlamentario puede reelegirse muchas veces, como Angela Merkel, que sido la cabeza del Poder Ejecutivo en Alemania desde 2005, pero sólo puede conseguirlo si consigue la confianza del Legislativo.

En segundo están los sistemas presidencialistas o semipresidencialistas con reelecciones controladas. En estos modelos el presidente es votado directamente por los ciudadanos y puede reelegirse de tres maneras: únicamente por dos periodos consecutivos (como Estados Unidos o Brasil), por dos periodos consecutivos y la posibilidad de reelegirse después de dejar el poder al menos un periodo (como Francia, Rusia o Argentina) y por periodos no consecutivos (como Chile, Perú o Uruguay).

En estos países hay líderes que pueden estar entre ocho y 15 años en el poder, aunque generalmente ajustándose a reglas claras y a un contrapeso del Poder Legislativo.

En tercero están los sistemas presidencialistas en los que las reelecciones no están controladas. En esta categoría están Venezuela y Nicaragua, que hicieron modificaciones a la Constitución para eliminar los límites a la reelección. En el caso de Venezuela la reforma constitucional fue aprobada a partir de un referéndum en 2009 en el que Hugo Chávez lo planteó a la población como una “ampliación de los derechos políticos del pueblo” para que la elección de un candidato dependiera “exclusivamente del voto popular”.

Otros países que intentaron este tipo de referéndum fueron Ecuador, en 2018, en donde no tuvo éxito y se limitó la reelección a Rafael Correa, y en Bolivia en 2016 en donde tampoco tuvo éxito, pero a pesar de ello Evo Morales consiguió que el Tribunal Electoral avalara que buscara reelegirse en un cuarto periodo citando que era parte de sus derechos humanos.

Lo que estos últimos países tienen en común es la concentración de poder en una sola persona que argumenta que no necesita instituciones intermediarias para consultar e interactuar con el pueblo.

Apunte final: se vale romper el tabú y hablar abiertamente de cambiar la duración de los periodos presidenciales y de reelecciones con reglas y contrapesos claros. Lo que mete mucho ruido es hablar de referéndums a modo y de la ilusión de que un país no necesita instituciones para gobernarse. Nos aleja de modelos como el de Estados Unidos, Brasil o Chile que son más afines a nuestra cultura democrática y nos acerca a modelos como el de Venezuela y Nicaragua, que no lo son.

@ortegarance

JJ/I