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Polémica a la carta

Tal vez al presidente se le fue la lengua, como se dice popularmente, y cometió una indiscreción al hablar unilateralmente de la carta enviada al rey Felipe de España para que su país pida disculpas por la Conquista de México.

Tal vez no fue indiscreción y con mucha consciencia, pero harta falta de tacto diplomático, consideró que bien podría revestir su presencia en Centla revelando el contenido de la misiva.

Tal vez pensó que así como en México puede llamar fifís o conservadores o miembros de la mafia del poder a todo el que difiere, o lanza programas e iniciativas atropelladas, igual podía usar un tono rudo en el ámbito internacional y marcar él los tiempos.

Tal vez pensó que al ventilar su petición desde México, el comentario no se escucharía hasta en España.

Tal vez no calculó que las redes sociales pueden ser benditas, pero también muy malditas, así que, tan rápido como trascendió lo que dijo, llegó el no rotundo de España y su crítica por haber hecho público un asunto privado. Igual de veloz, el pájaro azul de Twitter hizo que millones leyeran el “imbécil” y el “sinvergüenza” de Arturo Pérez-Reverte.

Tal vez, como por ahí se elucubra, el presidente sólo quería distraer de otros asuntos y salió a dar la nota –porque nadie le cuestionó al respecto–, él solito ofreció los detalles.

Puede haber muchos tal vez, pero el hecho es que con el tema de la dichosa carta se hizo todo un puchero, y bien gordo, en España, mientras que en México al presidente se le destazó por abrir un frente innecesario que puede costarle al país porque en los protocolos internacionales el factor de confianza pesa y mucho.

Hasta el peruano Mario Vargas Llosa abordó el tema en la inauguración del 8º Congreso de la Lengua en Córdoba, Argentina, con una expresión contundente: “El presidente de México se equivocó de destinatario. Tendría que habérsela enviado a sí mismo y responder por qué México, que se incorporó al mundo occidental hace 500 años y desde hace 200 disfruta de plena soberanía como país independiente, tiene todavía a tantos millones de indios marginados, pobres, ignorantes y explotados”, dijo de entrada.

Y luego lanzó un desafío: “Ojalá cuando acabe su mandato los indios tengan mejores condiciones de vida y una mejor educación y se haya levantado esa losa que los ha tenido discriminados”.

Ni los historiadores de aquí y de España entienden por qué Andrés Manuel López Obrador habla de reconciliación cuando entre ambos países la relación es sólida. Los datos duros dicen, por ejemplo, que hay más de 6 mil empresas españolas radicadas en el territorio nacional, que el país ibérico es el segundo inversor mundial en estas tierras y que México es el sexto país que más capitales destina a España.

Además, mientras el presidente habla de que España pida perdón, allá centraron este año en las celebraciones por el 80º aniversario de la acogida que hizo México de los republicanos que se exiliaron tras el fin de la Guerra Civil.

Pese a todo, Andrés Manuel López Obrador afirma que España sobrerreaccionó a su petición de que 2021 sea el año de la reconciliación, de reconocer errores y de pedir perdón. Se ufana de que armó un buen debate y que descobijó a los racistas.

AMLO argumenta que nunca hizo pública, ni lo hará, la carta al rey. En efecto, no la mostró, pero dijo lo que en ella escribió y para el caso es lo mismo.

Por cierto, ¿volveremos a ver a Pérez-Reverte y a Vargas Llosa en territorio mexicano? Las ferias del libro lo dirán.

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da/i