INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

El #MeToo y nuestra hipocresía social

En los últimos días las redes sociales fueron sacudidas por el movimiento #MeToo. Con esa etiqueta, mujeres de todo el país denunciaron casos de acoso y hostigamiento sexual, discriminación y delitos sexuales. En el caso de Jalisco, lo señalamientos fueron dirigidos hacia académicos, escritores, artistas, funcionarios, activistas, periodistas y trabajadores de los medios de comunicación, entre otros.

Las denuncias nos tomaron desprevenidos y sin saber cómo reaccionar. Actuamos como lo hemos hecho de manera permanente, sin saber por dónde abordar el tema.

Que Jalisco es un estado que violenta a sus mujeres, ya lo sabíamos. Pudimos ponerle números cuando el Instituto Nacional de Estadística y Geografía dio a conocer los resultados de su última Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) 2016, en la que la entidad apareció en el primer lugar nacional en violencia hacia las mujeres en el ámbito familiar.

En los resultados de la Endireh, 12.8 por ciento de las mujeres dijo ser víctima de violencia en casa, colocando a Jalisco por encima de los datos nacionales, 10.3 por ciento.

Otro rubro en el que destacó la entidad, al ser la cuarta a escala nacional, es sobre violencia en la pareja. Casi la mitad, 47.4 por ciento, respondió que en algún momento de su relación fueron violentadas. Además, una tercera parte de las mujeres del estado dijo haber sido víctima de violencia en los 12 meses previos al día que fueron consultadas.

Un dato adicional: Jalisco ha aparecido siempre entre los primeros lugares en homicidio doloso contra mujeres, feminicidio y desapariciones. Según los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), empezamos el año con el primer lugar en homicidios dolosos contra mujeres, con 33 casos. Al mes de febrero, ya el estado fue superado por el Estado de México y Guanajuato, colocándose en tercero con 45 asesinatos, de los que nueve fueron reportados como feminicidio.

Todo esto, sumado a las condiciones que reunió el estado para que a principios de febrero de 2016 el ex gobernador Jorge Aristóteles Sandoval Díaz tuviera que emitir una alerta de violencia contra las mujeres en ocho municipios, así como la alerta nacional que emitió la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim) de la Secretaría de Gobernación, notificada en noviembre pasado.

Esto significa que la avalancha de las denuncias que nos revolcó en los últimos días son las historias detrás de los números y de nuestra realidad. La diferencia es que al poner rostro a los números, tanto de las víctimas como de los agresores, se cae el velo de la hipocresía social.

Las consecuencias del #MeToo Jalisco han ido en diferentes sentidos. La más importante ha sido el valor de las víctimas para hablar y señalar a sus agresores. ¿Es válido que haya sido este el momento y la vía para ventilarlo? La sola pregunta nos dibuja como sociedad. Estamos más dispuestos a exigir a las víctimas que no nos alteren nuestra tranquilidad que a los agresores que enfrenten su grave falta.

Peor aún, queremos exigirles que denuncien por la vía institucional, especialmente a quienes fueron víctimas de algún delito sexual. Como si el proceso que vivieron permitiera además obligarlas a que cumplan con la responsabilidad civil. Peor aún, como si las instituciones responsables de la procuración e impartición de justicia ofrecieran garantías sobre el cumplimiento de la ley.

El momento debe aprovecharse. Debemos revisarnos como sociedad para que nos demos cuenta que no funcionamos correctamente y que debemos dejar de normalizar la violencia de género.

[email protected]

da/i