INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Twitter en el #MeTooMX

Para entender lo que representó el movimiento #MeTooMx en el feminismo mexicano, aún hace falta tiempo. A una semana desde que se viralizó el hashtag, el tema sigue vivo.

El principal mecanismo ha sido abrir cuentas de Twitter para recibir y exponer acusaciones específicas sobre miembros de industrias culturales como la literatura, la academia, el periodismo, las artes o la música. En este último ámbito, el lunes pasado, el bajista de la agrupación Botellita de Jerez, Armando Vega Gil, se suicidó y dejó un manifiesto en su cuenta en el que negaba la veracidad de la acusación, pero explicaba que de todos modos habría acabado con su carrera para siempre.

En México, la comunidad tuitera es pequeña, con apenas un estimado de 7.2 millones de cuentas activas, según el análisis de datos que hacen las agencias internacionales Hootsuite y We Are Social. Facebook, por su parte, tiene 86 millones de cuentas.

La relevancia de Twitter estriba en que es una red mucho más pública que Facebook e Instagram, y que tiene una significativa presencia de las élites mexicanas: políticos, empresarios, periodistas, activistas, artistas y celebridades.

Desde que se popularizó el hashtag #MeTooMx y ahora potenciado tras el suicidio de Vega Gil, ha habido una explosión de acoso y lenguaje de odio. En algunos casos intimidación directa y revelación de datos personales, práctica que se conoce como doxing.

La investigación académica sobre el activismo digital muestra el burn-out ante la carga emocional y el constante acoso en línea son problemas recurrentes para los activistas o gestores de este tipo de iniciativas.

Llama la atención que, tanto en la cobertura del movimiento como en la discusión sobre el suicidio, la irresponsabilidad de ciertos medios de comunicación ha sido señalada por algunas de las activistas y personas comprometidas con la causa, así como por parte de sus opositores. Medios que no se han esforzado por tener la versión más completa, han revictimizado a las denunciantes, medios que han hecho comparaciones irresponsables, coberturas denigrantes sobre el suicidio, en fin, la lista es larga.

¿Pero acaso no hay ninguna responsabilidad por parte de Twitter? Primero, habría que exigirle que defina sus protocolos y políticas sobre el tema. ¿Debe censurar la intimidación contra activistas y denunciantes? ¿Contra acusados? ¿El trolling a la memoria del fallecido? ¿Qué responsabilidad tiene en la difusión de denuncias anónimas que buscan evidenciar un sistema injusto contra las mujeres?

En febrero pasado, la periodista Kara Swisher intentó entrevistar por Twitter al CEO, Jack Dorsey. Conclusión: es muy difícil conversar con la red. Quizás no sea el mejor espacio para deliberar sobre nuestros desacuerdos.

[email protected]

JJ/I