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Periodistas dañosos

Quisiera derrumbarme al doblar la esquina / rumbo a la máquina de escribir / después de haber hollado / el pavimento cálido / con mis zapatos de reportero
No me dejes morir (fragmento)
Manuel Buendía

En lo que va de 2019 han sido asesinados seis periodistas. Ser crítico en México tiene el riesgo de recibir amenazas u hostigamientos por quienes desean acallar voces incómodas. En esta situación se encuentran muchos ciudadanos de diversas y diferentes profesiones, como activistas de derechos humanos, ecologistas, ciudadanos insatisfechos con inmobiliarias, campesinos, indígenas, sacerdotes, entre muchos otros, y por supuesto, periodistas.

Existe en general un contexto de animadversión en la clase política ante el trabajo periodístico de análisis y de investigación. El periodismo de declaraciones, ése, no les incomoda.

Las demandas por daño moral se han convertido en un recurso cada vez más socorrido entre actores políticos y del sector empresarial.

El daño moral es definido por el Código Civil federal como la “afectación que una persona sufre en sus sentimientos, afectos, creencias, decoro, honor, reputación, vida privada, configuración y aspecto físicos, o bien en la consideración que de sí misma tienen los demás”. También establece que un particular o ente privado causan daño moral cuando vulneran o menoscaban la libertad o integridad física o psíquica de las personas, ilegítimamente.

Por eso, el fallo de un juez de la CDMX, a favor del periodista Sergio Aguayo Quezada, debemos celebrarlo. En junio de 2016 el ex gobernador Humberto Moreira demandó al periodista Aguayo Quezada por “daño moral”, exigiéndole el pago de 10 millones de pesos para “restañar sus sentimientos, afectos, creencias, decoro y reputación”.

Lo que motivó la ira de gobernante fue: “Moreira es un político que desprende un hedor corrupto”. La demanda se presentó seis meses después de la publicación para intimidar y desgastar al periodista.

Salta la imaginación y nos preguntamos si Manuel Buendía, en su columna Red Privada, habría sido tolerado en los sexenios siguientes. La idea de un Buendía investigando periodísticamente los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu; el levantamiento en Chiapas, La Estafa Maestra, Odebrecht, los 43, la Casa Blanca o la situación de los migrantes.

El reciente desencuentro del gobernador con los medios de comunicación, nos obliga a todos a reflexionar como sociedad, ya que en su opinión: “Los medios tienen mucho que reflexionar sobre su papel, particularmente aquellos que decidieron convertirse en promotores del miedo de manera gratuita”.

Para cualquier ciudadano es evidente el tamaño del problema, por el número de crímenes dolosos, y lo preocupante es, como lo señala el mismo gobernador, una “disputa muy fuerte de grupos de delincuentes que están llegando a matar gente; se bajan de un coche, disparan, se suben y se van. Gente que viene de otros estados solamente a cometer estos crímenes…”.

En otras palabras, Guadalajara es la cancha ideal para matarse entre sí. La gente común considera que a los delincuentes les gustó este lugar para matarse, porque nadie los molesta en su juego de cultura de la muerte.

Los medios de comunicación no son el problema, es la terca realidad, que en materia de seguridad pública trae preocupados a todos los jaliscienses de todos los grupos sociales. Ya no es posible negar la realidad, aunque sea un hábito de los gobernantes actuales.

En mayo se cumplen 35 años de la muerte del periodista Manuel Buendía Téllez Girón. Vino a la Univa en agosto del 82 a apadrinar una generación de comunicadores. Entre sus ahijados están los comunicadores y periodistas Laura Blanco Quintana, Eduardo Garzón Estrada, Enrique García Cuéllar, Gustavo Rosas Salaiza, Carlos Javier Madrigal y Javier Márquez Ramos, entre otros.

El 20 de agosto de 1982, en la ceremonia de graduación de los alumnos de periodismo de la Universidad del Valle de Atemajac dijo a los jóvenes que lo escuchaban: “De vez en cuando, las balas no respetan la credencial de un periodista, y éste queda ahí, muerto (…) Y creo que ésa es una forma apropiada de morir. Los periodistas no debiéramos morir de viejos, o así nomás (…)”.

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JJ/I