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A propósito del #MeToo

Desde hace días el tema del #MeToo en México me ha ocupado una buena cantidad de mensajes, llamadas, lecturas, diálogos. Es imposible, por lo menos en mi contexto, que no se vuelva protagonista en las conversaciones. La situación nos rebasa dada su complejidad, velocidad y cantidad de circunstancias particulares.

En México, el problema de la presunción de inocencia en temas de violencia para las mujeres, abordaba Martha Lamas en entrevista con Aristegui, pasa por el fallo de las instituciones como los primeros mecanismos que atiendan y den cause. ¿Cómo equilibrar la presunción de inocencia con la presunción de verdad?, señala la antropóloga y feminista mexicana, cuyo camino en estos temas es largo.

Las reacciones ante las denuncias a través de los distintos #MeToo que han desbordado en los últimos días las redes demuestran un amplio abanico de las situaciones de violencia por las que atraviesan las mujeres: la escuela, la vida cotidiana, el ámbito profesional, entre otras. Pero también ponen en evidencia la intolerancia, la agresividad y la vulnerabilidad que podrían tener estas mujeres si hicieran públicos sus nombres. No hay condiciones en este país para garantizar que cualquier denuncia no vaya a revertirse para la denunciante.

En situaciones de violación, violencia física, abuso sexual, no hay discusión. Pero no se pueden poner en la misma canasta que otras situaciones donde la línea es más difusa. Porque el tema de aquellas prácticas avaladas o permitidas en un entorno social durante años nos responsabiliza a hombres y mujeres. A varias generaciones.

Rita Segato, antropóloga y feminista argentina, dice que “todo movimiento social que se configura en base a un enemigo, tiende al fascismo y es peligroso porque eso fue lo que nos condujo al patriarcado; nuestro camino tiene que ser absolutamente creativo y nuevo y no puede reproducir esas prácticas, tenemos que vigilarnos con un rigor extraordinario para no ser patriarcales en nuestras formas”.

En estos días me encuentro sin respuestas y con una gran preocupación por la polarización que nos separa. Ser feminista tiene muchas artistas. En mi caso, me gustaría imaginar que podemos abrir distintos diálogos hombres con hombres, mujeres con mujeres y todas las combinaciones posibles en el inter para poner en común cuáles son esos nuevos modos en los que nos planteamos encontrarnos. Y actuar en consecuencia. No sólo desde lo punitivo, sino desde algo más profundo.

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JJ/I