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Fronteras saturadas

Los migrantes siguen llegando y los albergues no se dan abasto en las fronteras al norte y al sur del país. A los hondureños, guatemaltecos y salvadoreños se sumaron cubanos, pero ahora son oriundos de El Congo, Camerún y Angola quienes terminaron de desbordar los refugios. Sumemos, además, a los haitianos que están en territorio mexicano desde el sexenio pasado, en espera de que Estados Unidos resuelva su petición de refugio.

El caos es mayor en Chiapas. Las autoridades de Migración y organismos como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y la Fundación México Presente constatan que ya no alcanzan los recursos económicos, espacios, alimentos y medicinas para atenderlos.

Hay hechos que dejan entrever que estos miles de migrantes ya no tan fácilmente se apegan a las reglas del gobierno federal para que regularicen su estancia y puedan desplazarse libremente por el país. En Chiapas, decenas de africanos realizaron una protesta y ocasionaron daños en las oficinas de la estación migratoria Siglo 21, con sede en Tapachula, para exigir atención al Instituto Nacional de Migración (INM). Destrozaron vidrios y se enfrentaron verbalmente con los agentes de seguridad.

En algunos municipios por los que se desplazan, los migrantes ya han encontrado nula disposición de autoridades para instalarles albergues, aunque siguen contando con la buena voluntad de algunas comunidades que les facilitan espacios y comida.

Escenas como éstas empiezan a ser frecuentes. El país está en medio del cansancio y la desesperación de los migrantes y las medidas que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está aplicando en algunos cruces fronterizos. Sus amenazas de cerrar la frontera 100 por ciento no las ha podido ejecutar porque el impacto económico sería brutal también de aquel lado, y lo dicen hasta las cúpulas empresariales de su propio país.

Sin embargo, como queriendo dar prueba de las medidas drásticas que se pueden tomar, la estrategia fue reubicar a agentes aduanales a la Patrulla Fronteriza y tan sólo con eso alentó hasta seis horas la atención en las garitas para permitir el cruce a Estados Unidos, creando un estado de contingencia que mantiene a cientos de automóviles, camiones de carga y personas de a pie esperando turno en puentes internacionales.

Ante esta problemática, la postura del gobierno federal es la de no enfrentarse con Trump, no militarizar la frontera, seguir con la entrega de visas humanitarias para facilitar una migración controlada y un plan para generar empleos, de cuyos avances de implementación, por cierto, nada se sabe y menos de los primeros resultados.

La secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, rechaza que el ingreso de migrantes centroamericanos hacia México derive en una crisis. Sin embargo, ya entró en diferencia con Honduras por lo que llaman la Caravana Madre que se estaría gestando en ese país con unas 20 mil personas.

Sánchez Cordero afirma que en pro de la seguridad nacional se revisa constantemente a quienes ingresan al país, con el fin de regularizarlos. Pero a la vez voltea hacia los países expulsores para que resuelvan las problemáticas internas que están orillando a la gente a dejar sus territorios y para que investiguen la presencia de mafias de trata de personas que están sacando provecho de la situación.

Según el Instituto Nacional de Migración se calcula que tan sólo la cifra de centroamericanos puede superar los 350 mil al año, de modo que si ahora no hay crisis, todo apunta a que este drama humanitario puede llegar a desbordarse todavía más. Mientras un presidente dice “amor y paz” y el otro “no bromeo”, hay miles de personas que buscan el sueño americano en condiciones infrahumanas.

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JJ/I