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Historia, sentido y política

Es interesante la manera en que se suele utilizar el nombre de los grandes personajes de la historia para justificar las decisiones que se toman en el presente. Ésta es una práctica muy común, en todos los ámbitos, porque nos asusta el absurdo de nuestra existencia, y por eso buscamos llenarla de sentido, de asignarle un para qué a todo lo que hacemos. No en balde Camus planteó que la verdadera cuestión filosófica era la pregunta por el suicidio y consideró que la verdadera respuesta humana es perseverar en la existencia, aunque sea absurdo hacerlo.

De modo que una manera de dotar de sentido a nuestras acciones es ligarlas con algo que ocurrió antes y pretender que estamos dándole continuidad a un proyecto que no iniciamos nosotros, y que no se terminará con nosotros. Sentirse parte de algo mucho más grande es una de las mejores motivaciones para no renunciar a seguir existiendo.

O como bien lo expuso Alejo Carpentier: “El hombre nunca sabe para quién padece y espera. Padece y espera y trabaja para gente que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo”.

En ese sentido es comprensible que Andrés Manuel López Obrador se haya puesto la tarea de echar a andar la cuarta transformación del país. La idea de esa tarea los nutre, por así decirlo, tanto a él como sus seguidores, y les brinda la fortaleza necesaria para superar los obstáculos que enfrentarán en su deseo por mejorar a México. Sin una visión así, es prácticamente imposible que alguien pretenda cambiar las cosas.

El problema surge cuando se elige utilizar como fundamento de una tarea a personajes cuyas tareas no concuerdan con las que nuestro actual presidente pretende llevar a cabo, por lo que se tergiversa lo que la vida de esas personas pudiera dejarnos como mensaje o enseñanza. Van algunos ejemplos.

Juárez puso todo su empeño en separar el Estado y la iglesia, y fortalecer al Estado laico, y López Obrador pretende asignar un recurso público, el espectro de radiofrecuencia, a un grupo de iglesias para que puedan difundir su mensaje, aunque eso mine la laicidad del Estado que contribuyó en buena medida a que tengamos paz religiosa.

Zapata, de quien acabamos de conmemorar el centésimo aniversario de su asesinato, luchó por los derechos de las comunidades indígenas, especialmente por el derecho a relacionarse con la tierra a su modo, porque para ellos es como una madre que nutre a todas las personas, pero López Obrador quiere construir un tren maya, sin siquiera consultar a las comunidades que habitan la zona sobre si están de acuerdo con el proyecto.

Lázaro Cárdenas, siendo militar, entendió que había que sacar al Ejército de la política si realmente queríamos tener un país en paz, y planteó el camino a seguir para lograrlo, y si algo debemos agradecerle es justamente eso, porque nos permitió transitar en paz a lo largo de casi todo el siglo 20. Y en contra de eso, López Obrador pretende militarizar la seguridad a través de la Guardia Nacional.

Con esas reflexiones, aprovecho para desear un buen descanso a quienes nos privilegian con la lectura de El Diario NTR Guadalajara, pues esta columna entrará en receso vacacional, y se volverá a publicar a partir del 2 de mayo.

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@albayardo

JJ/I