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Oposición

Si uno escucha la radio, podrá oír dos anuncios que, a pesar de ser de partidos políticos distintos, prácticamente dicen lo mismo; en uno, el PRD dice que su propuesta de bajar la gasolina fue desechada por el partido Morena y que debemos presionarlos para que lo hagan; en el otro, Movimiento Ciudadano ofrece sus votos para que el gobierno impulse tecnologías limpias. ¿En qué consiste la similitud? En dos cosas: pese a ser propuestas, en realidad no hay la mención de los mecanismos para lograr estos objetivos, y tampoco asumen una responsabilidad propia; es el gobierno o el partido hegemónico los que tienen que hacer algo.

Me parece que esto es un ejemplo de lo que ocurre con la oposición en estos días: está completamente desdibujada, carece de un proyecto propio, no marca ningún tipo de agenda y sobre todo, es meramente reactiva: es puntual para la crítica de todo aquello que se proponga desde Palacio Nacional, sobre todo en redes sociales, en donde las burlas e insultos son lo habitual. Pareciera como si estuvieran pasmados, o peor aún, atorados en una especie de rabieta que les impide trabajar en la construcción de acuerdos, quizá con la esperanza de que algo colapse y ellos regresen al poder. Lo que dejan de ver es que, si esto sucede, los costos para el país serán excesivos.

Otro caso paradigmático ha sido la conferencia por la mañana del jueves pasado, en la que el periodista Jorge Ramos cuestionó al presidente López Obrador sobre sus cifras de seguridad. Más allá del hecho, lo que quiero resaltar son las reacciones que esto ocasionó en los bandos que apoyan o que se oponen al presidente. Unos dicen que fue un espectáculo montado por un periodista con una agenda propia, y que nunca se había tenido tanta libertad de prensa (López Obrador y Ramos compartieron el estrado por un momento). Otros dicen que es una vergüenza que se trate de acallar a la prensa, como se hace en las dictaduras, y que Ramos exhibió al presidente con sus propias cifras.

Pero esto es justamente lo terrible: nos estamos quedando en la anécdota de un enfrentamiento verbal y mientras tanto seguimos con un serio problema de violencia. Es cierto que AMLO no lo causó, pero ahora es su responsabilidad, y la oposición haría bien en colaborar para encontrar una solución, en lugar de festinar los fracasos, como si eso los acercara de nuevo a la silla presidencial. ¿Cómo construir un país en estas circunstancias? ¿Por qué apostarle a la derrota del presidente?

Los partidos de oposición no carecen de poder o de influencia. Siguen manteniendo importantes espacios de poder, como las gubernaturas desde las cuales pueden marcar línea, construir acuerdos y establecer agenda. En lo personal me parece que fue muy atinado el cambio de actitud del gobernador Enrique Alfaro: en lugar de confrontar al gobierno federal, ahora busca llegar a acuerdos. La dignidad no está peleada con el trabajo colaborativo. Me parece que el gobernador de Chihuahua, Javier Corral, también lo ha entendido, aunque su partido parece seguir atorado en la retórica de comparar a México con Venezuela cada que tiene la oportunidad.

Es fundamental que la oposición, sea del color que sea, comience a madurar y a desarrollar planes y estrategias de fondo para el país y que tome en cuenta las nuevas realidades. Necesitamos de sus ideas más allá de sus ideologías, de su generosidad, de su trabajo político y de su capacidad de discusión sin la descalificación a priori. Ya no es suficiente exhibir al gobierno en turno (porque también ellos son exhibidos a continuación); se ha vuelto imperativo buscar un nuevo modelo de país, que funcione para todos, y no para unos cuantos, en el que podamos balancear el desarrollo con la justicia, la economía con la ecología y el respeto de los derechos de todos.

Nos leemos dentro de tres semanas.

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JJ/I