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Tragicomedia

El auge del populismo en diferentes Estados que se rigen bajo el cúmulo de reglas formales establecidas en una contienda antagónica que da pie a un juego agónico conocido como democracia, nos lleva a cuestionar el entendimiento de dicho concepto tan enaltecido en la sociedad moderna.

Mi interés por aproximar una deconstrucción parcial del concepto de origen ateniense fue despertado por la escena política acontecida en Ucrania en días recientes. Superando cualquier guión hollywoodense, el comediante Volodomir Zelenski obtuvo su victoria en las urnas con una votación con una aprobación histórica que supera 70 por ciento.

En su discurso de victoria  en el estadio olímpico señaló: “Soy el resultado de los errores”, frase simple que da pie a una reflexión más profunda.

Cabe señalar que el caso de Ucrania no es un evento aislado, la esfera internacional ha presenciado en los últimos dos años eventos similares. Donald Trump es quizá el más conocido del  “club: los líderes del descontento”; López Obrador, Maduro (en su momento), Bolsonaro, Berslusconi, Erdogan entre otros, son todos “resultado de los errores” como señaló acertadamente Zelenski.

El énfasis en dicha frase se debe a que refleja claramente, a mi parecer, el detrimento de la democracia y de la política ensimisma. Aspiro a ser claro, históricamente la democracia se postula como el modelo de toma de decisiones que comprende la satisfacción de la mayoría, en términos de poder se le conoce como el “poder de, por y para la gente”.

Como consecuencia de las malas prácticas por los “políticos tradicionales”, tal como lo puntualizó Zelenski, todo lo anti-político se ha convirtiendo en un producto atractivo. Puesto de otro modo, 70 por ciento de aprobación es 70 por ciento de desaprobación. No obstante, no representa una masa de voluntades, sino de in-voluntad hacia la política.

El dilema está en que la el juego agónico de la democracia es hoy en día la herramienta para desterrar lo establecido sin tener algo claro que establecer, ya que las agendas del “club del descontento” no se sustentan en la voluntad de las masas sino en la in-voluntad de las mismas, dejando entonces un entendimiento vacío.

En conclusión la victoria del comediante, con tintes de tragedia griega, manifiesta a una tendencia hacia el desequilibrio. No quiero desacreditar a la democracia sino que ésta no está cumpliendo su función integradora.

Esta sutil aproximación impulsa a repensar la democracia y la política con el objetivo de restablecer lo político desde una perspectiva unificadora que no dé pie a eventos en los que el carisma sea argumento suficiente para liderar un país con desafíos mayúsculos.

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JJ/I