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Ser desde la ausencia

¿Cuántas personas han desaparecido cada mes y cuántas han sido localizadas? ¿Quiénes son? ¿Por qué se las llevaron? ¿Qué está pasando? Es necesaria una explicación oficial profunda y responsable de la situación de desapariciones y levantones en Jalisco.

El viernes hubo una tentativa de explicación de funcionarios del gobierno que salieron ante los medios a dar la cara por eventos relacionados con personas privadas de su libertad. Pero no fue suficiente. Para empezar, encargaron gran parte de la exposición al alcalde de Guadalajara, Ismael del Toro Castro, un servidor público que no está directamente relacionado con la seguridad ni es responsable de ella en todo el estado.

Con cantinfleos y elusivas respuestas, el fiscal Gerardo Octavio Solís Gómez y el coordinador estratégico del gabinete de seguridad, Macedonio Tamez Guajardo, asintieron a lo que el alcalde planteó en términos muy generales: que la mayoría de los casos tienen relación con el negocio de narcomenudeo y el avasallamiento de los grupos criminales.

Pero no hablaron de las víctimas, que deberían ser el eje de toda la comunicación y la investigación de las autoridades. Son víctimas aunque pudieran haber participado en actividades de venta de droga, pero no todas las víctimas lo hicieron.

En cambio, la fiscal especial en personas desaparecidas, Blanca Jaqueline Trujillo Cuevas, presumió cifras de localizaciones y operativos, sin contrastar con los ausentes, con aquellos que pesan porque apachurran a sus familias desde su no estar y porque producen pesar.

El desaparecido como categoría de persona se define desde la ausencia, un estado de duda permanente que no se compensa enumerando a los reencontrados, sino que se honra buscando el ser en lo metafísico y en lo físico, entendiendo quién es el que falta y dándolo a conocer.

No hace falta vulnerar sus derechos para honrar su persona y darle el valor que merece como ciudadano y como miembro de la sociedad apartado de ella contra su voluntad. Y sería lo más apropiado darles un trato digno, que el gobierno hiciera suyo el reclamo de las familias laceradas por la desaparición con un espacio oficial, un memorial que sea a la vez un compromiso. Ellos hicieron suya la glorieta de los Niños Héroes y Chapultepec, convirtiendo ese espacio en la glorieta de las y los desaparecidos.

Más allá, la mejor manera de honrar a los desaparecidos es garantizar que nunca una desaparición vuelva a ocurrir. Para empezar se debe informar claramente a la sociedad acerca de lo que está pasando. ¿Cuántos casos estuvieron relacionados con el crimen organizado cada mes y cuántos fueron víctimas que nada tenían que ver? ¿Quiénes son más vulnerables?

El 7 de marzo el gobierno del estado lanzó la plataforma Sistema de Información sobre Víctimas de Desaparición (Sisovid), pero en ella los datos para el análisis y comprensión del fenómeno son precarios, imprecisos, además que no se han actualizado como era el compromiso inicial. Ya desde enero el gobernador Enrique Alfaro Ramírez había estado anunciando que la próxima semana informaría la situación sobre desapariciones y la próxima se convirtió en varias más hasta llegar a marzo. Y en marzo faltó información.

No se trata de una situación de desapariciones forzadas cometidas sistemáticamente por el Estado, como las registradas en Argentina, Chile, Uruguay o España, pero el Estado sistemáticamente es negligente y eso debe cambiar. En Argentina la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas estimaba que la dictadura desapareció a 9 mil personas. Y en Jalisco, al último corte, faltaban 7 mil 117.

El compromiso para atender a las víctimas de desaparición y a sus familias en Jalisco debe ir más allá de contratar más personal, que ya se ha hecho. El enfoque debe estar en ellos, en su ser desde la ausencia.

@levario_j

JJ/I