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“De algo se va a morir uno”

La comida, por su pobre contenido o por su exceso, es causa de millones de muertes. Las principales causas de muerte en el mundo, proporcionadas por la Organización Mundial de la Salud, nos señalan que en 2016 fenecieron 56 millones de personas.

Las 10 principales causas de muerte en ese año vinculadas con malos hábitos alimenticios fueron isquemia del corazón, infartos y diabetes mellitus; las diarreas y tuberculosis son más frecuentes en clases populares y pobreza extrema. Las otras cinco causas son infecciones por vías respiratorias, enfermedad pulmonar por obstrucción causada por tabaquismo, cáncer de pulmón, alzhéimer y accidentes de tránsito.

De almuerzo, chilaquiles rojos con pollo y dos huevos estrellados, con birotito…

Comer mal acaba con la vida de 11 millones de personas al año, la quinta parte de los 56 millones de defunciones anuales. La cifra supera a otras causas de muerte: cáncer (8.2 millones), tabaco (7 millones) e infartos (5.5 millones).

Los estudios de la OMS, extensos, rigurosos y multidisciplinarios, con expertos en diversas áreas, desnudan las razones por las cuales fallecen quienes ingieren dietas inadecuadas, ricas en grasas y en sal, carnes rojas y procesadas, bebidas azucaradas y pobres en granos integrales, verduras, nueces y semillas.

Un tentempié con cuatro tacos de barbacoa y una Coca Cola de dieta.

Las evidencias científicas son contundentes, tan contundentes como los refranes populares: comer en exceso grasas acelera la muerte.

En la práctica, hacen falta políticas públicas para generar intervenciones integrales para promover la producción, distribución y consumo de alimentos saludables en todo el mundo.

En la comida, un caldito de res con tuetanito, carnita asada y choricito, con frijolitos charros y arrocito rojo, con una jericalla de postrecito.

Alrededor de 24 mil personas mueren cada día de hambre, esto es, 8.6 millones al año, cifra cercana a los 11 millones de muertes por dietas ricas en grasas y en sal; 10 por ciento de los niños en los países en desarrollo mueren antes de cumplir 5 años y 800 millones de personas en el mundo sufren de hambre y desnutrición, que representa 11 por ciento de la población mundial.

Pero la miseria es sorda. La pobreza no lee artículos de nutrición. Comer mal, no comer o no ingerir suficientes proteínas y minerales forman parte del mismo problema. Tan mala es la salud, cuanto precaria y mala es la alimentación.

De merienda, un picón tapatío con chocolate o una pizza medianita con orilla de queso.

Hoy se da claramente la visibilidad del mal comer. Personas obesas que habitan las áreas de comida de los grandes centros comerciales.

Conductas aprendidas en casa y escuela, posiciones frente a la vida, dividen a la población. Morir por comer poco y mal, o en exceso y mal, para luego perecer por hambre o complicaciones del sobrepeso, estos son dos extremos que abrazan la paradoja de la condición humana.

Morir y enfermar por excesos alimenticios o perecer por carencias de nutrientes es paradoja y realidad en el México del siglo 21.

Para la cena, tres sopes surtidos, dos enchiladas con carne y un pozolito chico.

De acuerdo con los expertos se puede producir comida para 12 mil millones de personas. De los 7 mil 500 millones de habitantes en el mundo, mil padecen hambre, entonces, ¿qué sucede?: que mejor se tira la comida que abaratarla.

El 13 por ciento de la población en países en desarrollo presenta desnutrición; la nutrición deficiente es la causa de casi la mitad (45 por ciento) de las muertes en niños menores de 5, y fallecen 13 millones cada año; 66 millones de niños en edad escolar primaria asisten a clases con hambre…

Los estudiosos señalan que la educación es el mejor recurso para combatir el hambre. El reto es cómo combatir la desnutrición, el hambre y asegurar la autosuficiencia alimentaria.

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JJ/I