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Manifiesto Nacional de Desarrollo

La semana pasada se presentó el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, el documento que al inicio de cada sexenio marca la pauta de lo que la administración entrante quiere conseguir y del que se derivan todas las políticas públicas y programas de los seis años de gobierno.

Como todos los que trabajamos en actividades vinculadas al desarrollo del país, me propuse a leerlo con detenimiento para saber cómo puedo aportar mi granito de arena en el cumplimiento de las metas de este sexenio.

Lamentablemente de poco me sirvió la consulta del documento por tres razones.

Primero, dedica más tiempo al pasado que al futuro.

Si tuviera que aventurar una estimación, diría que cerca de 75 por ciento del contenido es una crítica al pasado y apenas 25 está dedicado a elaborar qué es lo que planea hacer este gobierno. Esto hace complicado rescatar del documento aquellas pistas que nos ayudan a definir exactamente qué van a hacer.

Segundo, es más un manifiesto de ideas que un plan de acción.

En los escasos espacios donde se habla de qué se va a hacer se esbozan ideas a nivel muy general, pero no cumple con los elementos mínimos de un plan de acción con objetivos (qué queremos lograr), acciones detalladas en el tiempo (cómo lo vamos a lograr y cuándo) e indicadores (cómo vamos a medir que tuvimos éxito).

Tercero, propone metas de crecimiento, pero no nos dice cómo vamos a crecer.

Me llamó mucho la atención el epílogo del documento, que se elabora sobre la visión de cómo se quiere dejar al país en 2024, cuando termine el sexenio. Es esencialmente una carta a Santa Claus con frases como “nadie padecerá hambre”, “la pobreza extrema habrá sido erradicada”, “ningún joven estará condenado al desempleo”, “habrá cesado la emigración de mexicanos al exterior por causas de necesidad”, “los índices delictivos se habrán reducido 50 por ciento”.

¿Quién no quiere todas esas cosas para México? El problema no es que no queramos apuntar hacia esas metas, sino que no nos queda claro cómo lo vamos a lograr… y qué podemos hacer los que estamos en distintas trincheras con conocimientos y experiencia para contribuir.

El plan asegura que tendremos “una tasa de crecimiento de 6 por ciento, con un promedio sexenal de 4 por ciento”. Para conseguir esto necesitamos cambios importantes en capital humano, infraestructura, competitividad de las empresas e inversión en ciencia y tecnología… como ha hecho China, que ha conseguido esas tasas de crecimiento por décadas.

El plan habla de incrementar la cobertura de educación, pero no de cómo adaptar el currículo educativo para que los que se educan salgan mejor preparados para el mundo de hoy.

Habla de generar empleos y disminuir la informalidad, pero no de crear vocaciones productivas en México para que se capaciten personas y se fortalezcan empresas en sectores que representan oportunidades para crecer. India es un buen ejemplo porque le apostó a desarrollar una vocación como país en las tecnologías de información hace décadas y hoy tiene una muy buena base de capital humano y empresas en este sector, dando servicio a todo el mundo.

Finalmente, me decepcionó ver el apartado del plan dedicado a la ciencia y la tecnología. Apenas dos frases: “El gobierno federal promoverá la investigación científica y tecnológica; apoyará a estudiantes y académicos con becas y otros estímulos en bien del conocimiento. El Conacyt coordinará el Plan Nacional para la Innovación en beneficio de la sociedad y del desarrollo nacional con la participación de universidades, pueblos, científicos y empresas”.

Habrá que esperar a ver el Plan Nacional para la Innovación… pero no es una buena señal el poco peso que se le da a este tema. No hay crecimiento y no hay bienestar si no se le da un espacio importante a la innovación.

@ortegarance

JJ/I