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Un plan que requiere precisión y aterrizaje

Los mexicanos tenemos ya los trazos gruesos de un plan para atacar los principales problemas, orientar los objetivos centrales del rumbo, del desarrollo que se quiere promover en el país. Tenemos una visión que inspirará el quehacer del gobierno, el trabajo de los servidores públicos, pero requerirá de la cooperación de los ciudadanos, las organizaciones y el apoyo de nuestros principales aliados.

Lo primero que resalta es la necesidad de romper con los lastres del pasado, con aquellos problemas que se han asociado al desarrollo del país y que parecieran inevitables. No hay duda de que se necesita combatir la corrupción y todo lo que se asocia a ella: el desvío de recursos, adjudicaciones de proyectos y obras sin que haya procesos de licitación. De ahí se deriva la necesidad de reforzar procesos de seguimiento del dinero, evitar que haya conflicto de intereses en la función pública, y para ello es fundamental consolidar las instituciones que realizan esa labor. No basta la férrea voluntad del presidente, es necesario que las normas sean claras y haya cauces institucionales para cumplirlas a cabalidad, para erradicar las malas prácticas que se habían hecho costumbre.

Este es apenas el primer paso para ir a fondo y cimentar las propuestas que positivamente nos lleven a condiciones adecuadas para mejorar la vida, la distribución de la riqueza que todos los mexicanos generamos e incluir a los hasta ahora excluidos. Hoy se impone atender a las regiones menos favorecidas y a los sectores de la población que se ven forzados a dejar sus lugares de origen por falta de oportunidades que les permitan vivir y trabajar dignamente en ellas.

Quién de nosotros no estaría de acuerdo con que el país crezca cuatro por ciento en promedio, que seamos autosuficientes en la producción de maíz y frijol, que los índices delictivos se reduzcan 50 por ciento y que al menos 25 millones de pobres superen esa condición.

Más allá de la voluntad, en los lineamientos centrales del PND (Plan Nacional de Desarrollo) y lo que de él derive, el trazo fino, definir cómo aterrizarlo en programas y metas concretas, es justo lo que hace falta y deberá irse determinando con mucha mayor precisión en cada una de las áreas de la gestión pública. Se necesita propiciar y comprometer la inversión para que las metas del crecimiento económico se alcancen. Los proyectos estratégicos hasta ahora planteados pretenderían fomentar el desarrollo regional y dotar de infraestructura al país. Igual necesitan de inversión público –privada, personas capacitadas para diseñarlos, supervisarlos y ejecutarlos.

Podemos crecer, mejorar los índices generales de producción, pero para combatir la desigualdad en los ingresos de las personas y en el desarrollo de las regiones, hacen falta nuevos criterios y pasar de políticas que se orientan a compensar las desigualdades a mejorar los ingresos de las personas más pobres, la infraestructura, servicios y condiciones de vida de las localidades marginadas y excluidas hasta hoy de los beneficios del pretendido desarrollo. En el PND hay visión, hay horizonte, pero hace falta la articulación del conjunto.

Definir, precisar las políticas específicas, es algo que todavía está por trabajarse, y en ello el gobierno del país deberá propiciar la cooperación de los gobiernos locales, emprendedores, dirigentes sociales y especialmente actores que conocen la realidad específica de cada región y apuestan porque en sus municipios, regiones y estados las oportunidades realmente detonen el pretendido desarrollo y que los beneficios también lleguen a los ciudadanos.

A lo largo de este sexenio se impone mantener la alerta, hacer el seguimiento y evaluación de las metas, de los objetivos trazados y adecuaciones pertinentes para que se alcancen los objetivos con realismo.

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