INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Sin corona

Hay una parte positiva cuando se rebasan las expectativas: mucha gente acude al llamado y hace un evento exitoso. Eso le sucedió a la segunda edición del festival Corona Capital, que estrenó la sede de la explanada del Estadio Akron.

Lo malo que se rebasen las expectativas es que todo se vuelve caótico. Quienes asistieron al festival en automóvil pasaron hasta dos horas en sus vehículos con la esperanza de ver a Rhye o White Lies, que tocaban a media tarde: imposible. La avenida Vallarta colapsó desde la Gran Plaza, viaje a vuelta de rueda. Ya dentro de la zona del estadio de las Chivas, hora y media de camino para recorrer tres kilómetros. Los cinco carriles que llevan al estadio se redujeron a dos para entrar al estacionamiento. Varios autos se sobrecalentaron, fueron empujados y no causaron mayor caos debido a que, empujándolos, avanzaban a la par del congestionamiento vial.

La desesperación hizo que quienes eligieron llegar al festival en cualquier servicio de alquiler, debieron ahorrar tiempo y caminar más de un kilómetro, más rápido que los coches.

Los ingresos se agilizaron. Las zonas con sombra se abarrotaron. Los 32 grados de temperatura, con sensación térmica de 36, hicieron que algunas personas calcularan beber una cerveza por cada grado que sentían, antes debieron sortear filas de una hora para poder lograr la compra. Otra media hora por algún alimento. Varios asistentes no aguantarían Coachella, que se realiza en el desierto.

Mientras en el escenario circularon los primeros artistas, uno de los más esperados Boy Pablo, Montreal y Kimbra entre los que atrajeron más público, hasta que llegó Rhye. Todos tocaron con el Sol a plomo y la temperatura a tope.

Cambiar de sede, debido a las restricciones gubernamentales, no pareció ser la mejor idea, la logística fue complicada, fue rebasada por el exceso de automóviles, privados y de alquiler, que abarrotaron los tres accesos al estadio chiva.

Si se genera tanta derrama económica, ¿cuál es el objetivo de orillar a empresarios organizadores de festivales a buscar lugares para hacer festivales alejados de la mancha urbana? Al final, la zona de la ciudad donde se llevan a cabo los eventos se vuelve caótica.

De nueva cuenta se comprueba que la movilidad de la ciudad ya no soporta una concentración de vehículos de esta magnitud y que la autoridad, que brilló por su ausencia –no hubo un solo elemento que ayudara a hacer fluir el tránsito– está rebasada.

Al final pudo más la música y las ganas de divertirse con un cartel de buen nivel que atrajo a miles de personas, incluso, fuera del estado, pero la logística no se lleva la corona en esta edición, la parte artística sí. Por lo pronto ya se vendieron boletos para la edición de 2020. Hay un año para mejorar ¿o cambiar de sede otra vez?

@tuamigoFranco