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Desterrar egoísmo

Uno de los valores que distingue al hombre de los animales es el pensar en los demás antes que en nosotros mismos, el altruismo desinteresado y solidario es propio del ser humano, compartir antes que competir, la contribución que devuelve a la sociedad, instituciones, maestros y familia lo que nos aportaron para ser lo que somos.

En las familias del siglo pasado era natural y obligado compartir todo. El ejercicio de la jerarquía, la democracia, lealtad y gratitud iniciaba desde temprano porque ocho hijos y dos padres sólo podían subsistir de tal manera.

Las pequeñas familias de hoy con uno o dos hijos han provocado la atención a los mismos y con ello su satisfacción y el egoísmo. En la escuela la convivencia en los grupos de 60 compañeros distaba mucho de la educación personalizada con cinco o 10 compañeros de clase que hoy se pretende en aras de un mayor apropiamiento del conocimiento, cuando hemos caído en cuenta que las habilidades, actitudes, aptitudes y destrezas es más importante por encima de la currícula escolar y se encuentra en la convivencia, resolución de problemas en colaboración y manejo de las emociones con la exaltación de sentimientos de solidaridad, compañerismo, filantropía.

Promovemos padres de familia el hedonismo sin notar que al otorgar todos los bienes y placeres, para saciar nuestra necesidad de dar y sentirnos satisfechos muchas veces porque buscamos reemplazar tiempo por materia; provoca la poca valoración de lo obtenido y trae consecuencias, debido a que el ser humano por naturaleza busca la satisfacción del propio bien antes que el común.

Satisfacer los propios gustos no está mal, siempre y cuando se destine una genuina preocupación por colaborar con la familia y la sociedad. Un niño que crece en el egoísmo se volverá envidioso, con desdicha por no poseer lo que tiene el otro aunque no lo requiera ni pueda adquirirlo, pues más allá de los bienes materiales pueden ser atributos como simpatía, liderazgo, destrezas propias. Se envidia la alegría, la libertad, la belleza y la fortaleza.

El poseer poder, riqueza y dominio ha llevado a las grandes guerras. La falta de solidaridad nos ha llevado a levantar muros, bloqueos comerciales, abusos, genocidios. Dar hasta que duela, decía Teresa de Calcuta, con un amplio sentido de amor y eso se aprende con la familia y la escuela, que hoy ha pasado a ser la mayor responsable de la socialización en la comunidad.

@Saucedodlallata

jj/i