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Shock séptico

La carta de renuncia de Germán Martínez Cázares a la dirección general del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) fue minimizada, como es el estilo del gobierno federal, y reducida a una mera diferencia administrativa por el control del dinero.

Sin embargo, el politólogo expuso en 11 cuartillas malos síntomas que, a juzgar por la escasez de medicamentos en las clínicas del país, marchas y protestas de médicos residentes porque no se les paga, déficit de personal para atención médica con el consecuente aumento en tiempos de espera, así como la falta de equipo y obras detenidas, no son una grilla descarada.

La respuesta del presidente a los argumentos de su ahora ex colaborador fue la predecible: insinuar que Martínez Cázares no había podido con las presiones de los proveedores farmacéuticos, argumentar que quería manos libres para el manejo presupuestal, lo cual en su administración queda descartado, rechazar una crisis en el IMSS, pero, a la vez, responsabilizar por los problemas que existan a las administraciones anteriores y a la corrupción heredada. Es decir, primero niego, luego medio acepto, pero no cedo.

En enero, el presidente diagnosticó que el sistema de salud está peor que el sistema educativo, pero dijo que con el de su administración se daría atención prioritaria en ocho estados y así sucesivamente para que, en un lapso de dos años, en las 32 entidades federativas se dé una atención digna y adecuada.

Su ambicioso e ideal Plan Nacional del IMSS 2019-2024 estaría abierto a toda la población, no sólo a los derechohabientes. Se terminarían de construir centros de salud, se contratarían médicos y se darían bases a trabajadores de la salud eventuales.

A la vuelta de cuatro meses, lo que Martínez Cázares descobijó es un panorama totalmente opuesto. Habló de un control en exceso de recursos, sin racionalidad y sin apego a las normas, que está poniendo en riesgo la vocación social del propio instituto que requiere para sus servicios más de mil millones de pesos diarios.

El ex director del IMSS señaló que la Secretaría de Hacienda sólo está buscando ahorro y más ahorro, recortes de personal y más recortes de personal y un rediseño institucional donde importa más el cargo que el encargo, una renovación a la que llamó cosmética y ficticia.

Actualmente, ni para los derechohabientes hay algunas medicinas porque, en aras de combatir la corrupción, se paralizaron las compras. A esto se abona lo expuesto por Martínez Cázares: muchos trabajadores están en incertidumbre laboral, otros sin contrato, mientras que algunas vacantes aumentan y el rezago en infraestructura es brutal.

El ex director del IMSS insistió en que el control del gasto para el Seguro Social tiene dos consecuencias fatales que el ciudadano acabará asumiendo: los pasillos llenos de gente en espera y tener que optar por la salud privada con el consecuente mayor golpe al bolsillo.

No se duda del diagnóstico de corrupción que ha dado el presidente, de los excesos y privilegios. Los derechohabientes hemos sido testigos del maltrato, de negligencias médicas que han costado vidas, de saqueo de insumos, de plazas heredadas, de áreas con exceso de personal que gasta su tiempo laboral vendiendo joyería, de trabajadores que entran a las 8 y enseguida se van a desayunar mientras el paciente espera desde las cinco o seis de la mañana… y esperará hasta las once o doce, si bien le va.

Sin embargo, el IMSS parece estar en shock séptico, así que AMLO y el relevo que envió a dirigirlo, Zoé Robledo, tienen que dar con el tratamiento de emergencia antes de que sea demasiado tarde.

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jj/i