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Ideología 'vs.' capacidad técnica

En cualquier mesa en la que me siente estos días inevitablemente emergen acaloradas conversaciones respecto a si el nuevo gobierno está de verdad empezando una transformación profunda o nos está llevando por un sendero que termina en la ruina.

Debo confesar que escuchar al presidente en las mañaneras en general me pone nervioso. A veces es porque lanza datos a la Trump, tan carentes de sustento objetivo que hasta parecen broma, como que México se fundó hace 10 mil años. A veces, por su manera de asegurar que algo se va a lograr sólo por fe ciega en su palabra, aunque tenga todas las evidencias en contra, como cuando declaró que Pemex podía construir solo la nueva refinería en Dos Bocas. A veces, por sus ataques descontextualizados que aparentan ser parte de la agenda transformadora, pero en realidad sólo contribuyen a desprestigiar a actores o colectivos con visiones distintas.

También confieso que me tranquiliza escuchar a miembros del gabinete como Carlos Urzúa (Hacienda) y Marcelo Ebrard (Relaciones Exteriores), quienes hablaron en el foro sobre desarrollo económico organizado por la Americas Society/Council of the Americas (AS/COA) la semana pasada en la Ciudad de México. Ambos hablan con responsabilidad, intentan construir puentes entre lo que este gobierno quiere lograr y lo que objetivamente se puede hacer; entre lo ideológico que escuchamos en las mañaneras y lo técnico que se aterriza en las oficinas de gobierno donde, a pesar de la austeridad, todavía hay muchos servidores públicos talentosos.

Nada que ilustre mejor esta bipolaridad en las voces de este gobierno como que existieron dos documentos para el Plan Nacional de Desarrollo: el manifiesto de ideas de Presidencia, el que terminó publicado, y el plan de acción detallado preparado en Hacienda, que no vio la luz.

Este trastorno no es único de México. También lo vemos en Estados Unidos con Trump y en otros gobiernos populistas europeos. Los nuevos gobiernos que están ganando elecciones basados en ideas de romper los vicios recientes y/o volver a tiempos dorados después se tienen que enfrentar a llevar a cabo esas ideas con los aparatos de gobierno que existen.

He aquí el dilema. El gobierno de Enrique Peña Nieto fue fuerte en capacidad técnica, pero débil en la capacidad de contar una historia que definiera un nuevo rumbo para el país. Sin esta brújula, pesó más la inercia de los vicios y se desperdició el talento. El gobierno de AMLO es fuerte en su capacidad de contar una historia, la de la cuarta transformación, pero batalla para alinearla con la capacidad técnica… lo que genera procesos dolorosos.

¿Será inevitable este proceso de purga para eliminar los vicios del pasado? ¿Tiene que haber escasez de gasolina para eliminar el vicio del huachicol y escasez de medicinas para eliminar los desvíos en las partidas de medicamentos? ¿Tienen que perderse personal valioso en el sector público como resultado de la austeridad republicana para tener servidores públicos menos corruptos?

Me pregunto si habrá manera de tener lo mejor de ambas cosas: tanto la historia que inspire al país a terminar con la corrupción y entrar en una etapa de crecimiento económico y social; como el plan de acción y el talento alineados para que esta historia se lleve a la realidad.

Mi pronóstico es que tendremos resultados agridulces. Nos irá bien donde las historias se encuentren con la capacidad de ejecución, como parece ser el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, y nos irá mal donde las ideas impulsadas pasionalmente por el líder estén desconectadas de la realidad técnica de los que ejecutan, por más talentosos que sean, como es el caso de la agenda energética.

Sólo queda esperar que, si se ve que el camino que se decidió seguir no da resultados, haya la humildad de rectificar y no la necedad de insistir.

@ortegarance

JJ/I