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Paradojas energéticas

Esta semana me llamó la atención una serie de reportes que hacen cuestionamientos sobre el uso de energías renovables. La primera impresión que tuve es que hay poderosos grupos de interés detrás de las publicaciones, y que no quieren que se desarrollen estas tecnologías, pero al buscar más información, algunas de estas críticas tienen fundamento.

El razonamiento en estos artículos es el siguiente: las principales fuentes de energía renovable que se están utilizando son la solar y la eólica; sin embargo, ninguna de las dos provee de energía de manera constante: las celdas solares no funcionan de noche y si no hay viento, las turbinas tampoco. Y éste es el punto central del argumento: seguimos usando energía eléctrica todo el tiempo, aunque no haya sol ni viento, por lo que seguimos dependiendo de otras fuentes como el petróleo, el gas y el carbón para atender la demanda.

En la medida en la que más personas instalan celdas solares, las compañías que distribuyen energía eléctrica se enfrentan a un problema que no habían previsto: si usted tiene instalado un sistema solar, puede vender energía a la compañía, haciendo que su factura sea baja o incluso a su favor; así, estos sistemas que son caros, se pagan a sí mismos en pocos años. Sin embargo, durante la noche, usted consume energía que la compañía de electricidad tiene que producir y que le cuesta mucho más allá de la producción, ya que tiene infraestructura (cableados, transformadores, centrales eléctricas, etc.), así como personal y otros gastos fijos que no recupera al revender la energía que usted le entregó durante el día. Esto ha provocado que en ciertos lugares en donde ha prosperado la instalación de celdas solares en las casas, los proveedores hayan tenido que aumentar los costos (California es un ejemplo); un estudio del Instituto de Políticas Energéticas de la Universidad de Chicago indica que la generación eléctrica con sistemas solares aumenta sólo 1.8 por ciento del total, pero que eleva los precios entre 11 y 17 del costo.

En otros casos, el gobierno ha planteado poner un impuesto a las celdas solares, a lo que la gente se ha opuesto porque dicen que eso desalienta la instalación de energías limpias; sin embargo, el hecho de que las personas que tienen sistemas solares no paguen por su electricidad tiene efectos perversos: al subir los costos operativos de las compañías, quienes tienen instalados sistemas tradicionales terminan subsidiando a quienes tienen dinero para instalar paneles solares, porque pagan un precio más caro por su energía. A medida que prolifera la energía solar, se vuelve inviable la producción de electricidad por otros medios, lo que hace precario el suministro para aquellos que no tienen posibilidades de instalar estos nuevos sistemas, y el costo de convertir a todo un país a estas tecnologías sigue siendo astronómico: El American Action Forum estima el costo en 5.7 billones (millones de millones) de dólares para hacer la transición.

Esta es la ironía: a medida que bajan los precios de los paneles solares, el costo global de la producción eléctrica aumenta. En este sentido, al parecer estamos llegando a una barrera económica al adoptar tecnologías alternativas, no hay forma que nuestro consumo se vuelva 100 por ciento basado en fuentes renovables. Algunos sugieren que la solución es la instalación de reactores nucleares, lo que tiene un impacto ambiental muy inferior al de las centrales eléctricas tradicionales, pero eso tendrá que ser tema de una columna en algún otro momento.

Recomiendo seguir en Twitter a Mike Shellenberger (@ShellenbergerMD) para conocer más.

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